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Los desconocidos encantos del barrio de Delicias

La típica frase “antes, todo esto era campo”, cobra más sentido que nunca si hablamos de Delicias, uno de los barrios que componen el distrito de Arganzuela.

La historia recoge que, hasta bien entrado el siglo XVIII, todo lo que hoy conocemos por Delicias, es decir, su diversidad de locales, edificios, carreteras y puntos de ocio, era zona rural. 

Ya con Fernando VI en el poder, se comenzaron a construir dos largos paseos flanqueados por árboles que conducían al río Manzanares. Los residentes no tardaron en hacer de aquel novísimo lugar un punto de encuentro y de referencia, ya que, por lo mágico del paisaje, se comenzó a denominar como “Delicias del río” y/o “Las Delicias del Río” -apodo que varía en función de la fuente consultada-. 

El objetivo de estas remodelaciones no era otro que el embellecimiento de los accesos a la ciudad, ¡y vaya si lo consiguió! El sobrenombre que los madrileños le otorgaron caló tanto en la población que, por mucho que fue mutando poco a poco el aspecto del territorio, ha perdurado hasta la actualidad el denominativo de Delicias. 

Aunque no sea la zona más turística de la capital, este coqueto barrio tiene sus propios encantos y reclamos. Empecemos por el paseo que lleva su nombre.

En el Paseo de las Delicias, el Museo del Ferrocarril

Inaugurado como museo en 1984, este peculiar emplazamiento da vida a lo que en su momento fue la Estación de Delicias. Esta utilización primigenia sirvió para unir Madrid con Ciudad Real y la frontera portuguesa, y, por aquel entonces, se convirtió en una de las estaciones principales -esto sin dejar de lado Atocha, que había sido construida unos treinta años antes-.

Un dato curioso sobre la Estación de Delicias es que fue una de las elegidas para figurar en las antiguas versiones del Monopoly, y esto se debe a que aquellos primeros tableros que tanta competitividad han generado en reuniones y cenas familiares estaban basados nada más y nada menos que en la ciudad de Madrid

En la actualidad, este museo tiene una amplísima colección con motivos ferroviarios que abarca todo tipo de locomotoras del siglo XIX, incluida la más pequeña que ha circulado por España, concretamente por Jerez de la Frontera (Cádiz) para el transporte de su famoso vino. 

También acoge en sus salas laterales espacios dedicados a aspectos concretos del mundo locomotor, como es el caso de la Sala de relojes, Sala de infraestructura o la Biblioteca Ferroviaria. 

El Mercado de Motores dentro del Museo del Ferrocarril, en el paseo de las Delicias.

Mercado de Motores 

Otro aspecto llamativo es que este lugar acoge el segundo sábado de cada mes el Mercado de Motores, un evento que, si bien no es tan conocido como podría ser El Rastro, debería considerarse visita obligatoria. 

Más de 200 artesanos, diseñadores y artistas se reúnen una vez al mes para exhibir y poner en venta sus productos en este espacio. Los puestos se reparten tanto dentro del edificio como fuera, además, en el exterior se disponen multitud de quioscos con todo tipo de comida y bebida. También es usual poder escuchar música en directo de diversos grupos, locales o extranjeros, que animan aún más el inmejorable ambiente del recinto. 

La historia de Madrid en la Biblioteca Regional 

Muy cerca del Museo del Ferrocarril -prácticamente enfrente- se encuentra la Biblioteca Regional Joaquín Leguina. La cosa va de reutilizar, y es que al igual que en el ejemplo anterior, este centro bibliográfico se encuentra en lo que en su momento fue la fábrica de la cerveza El Águila

El edificio comenzó a levantarse en torno al 1910, siendo ampliado en los años sucesivos con varias naves laterales que servían de nuevos compartimentos en los que acelerar el ritmo de producción. De esta forma se mantuvo activo hasta que la elaboración de cerveza cesó en 1985. La Comunidad de Madrid consideró recuperar el emplazamiento en 1994, y convocó un concurso público de proyectos que fue ganado por dos arquitectos españoles: Emilio Tuñón Álvarez y Luis Moreno Mansilla. 

Exterior de la Biblioteca Regional Joaquín Leguina en el barrio de Delicias.

Ya en el 2002 el espacio fue reinaugurado, esta vez como el primer centro bibliográfico de la región. Además, se le bautizó con el nombre del que fuera el primer presidente de la comunidad autónoma. 

Más allá de lo espectacular de su estructura, este centro se encuentra a disposición de cualquier ciudadano e institución madrileña para brindar un completo patrimonio bibliográfico de la capital.

Pero no todo va a ser museos y bibliotecas, puesto que Delicias cuenta con uno de los lugares más mágicos y divertidos de Madrid.

El universo a una parada de metro: el Planetario

Y, como se suele decir, de Madrid al cielo. Desde que en 1986 abriera sus puertas, los madrileños se encuentran un paso más cerca de tocar las estrellas con la punta de los dedos. 

Ubicado en el Parque de Enrique Tierno Galván, este planetario tiene todas las cualidades para salir en una película romántica de Hollywood: una sala principal semiesférica recubierta de una pantalla a modo de techo, una torre de veintiocho metros de altura culminado con una preciosa cúpula y un mayúsculo telescopio para sentirse como flotando en la Vía Láctea. 

La entrada al planetario, así como el acceso a las exposiciones, son gratuitas. Estas últimas van cambiando a lo largo del año, aunque algunas de las más famosas han sido “Los colores del cielo profundo” de la mano del astrofotógrafo Rogelio Bernal Andreo y de su impresionante viaje por la costa de california, o “Europa en el espacio (ESA)”, que ofrece una visión muy cercana de las misiones que la Agencia Estatal Europea ha tenido a lo largo de su historia, como los viajes a Martes y Venus. 

Sus proyecciones son viajes a otros mundos: “Universo oscuro” ofrece las imágenes de los últimos estudios del Hayden Planetarium de Nueva York, donde intentaron dar respuesta a preguntas tan complejas como qué es la materia oscura, qué hay en las galaxias, o qué hay más allá del horizonte cósmico entre otras tantas. Auténticos misterios del universo pasando por encima de las cabezas de los espectadores. 

Exterior del Planetario de Madrid.

También cuentan con espectáculos dirigidos al público infantil como es el caso de “El cielo de Cloe”, un divertido viaje en el que los más pequeños pueden conocer curiosidades sobre el Sol, los planetas y las estrellas. 

Muchísima diversidad en un solo barrio, y es que, como podrá comprobar el lector, Delicias es, más allá de sus engalanados y elegantes comienzos, una pieza indispensable del encanto único que tiene Madrid.

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