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Javier Valenzuela presenta ‘Demasiado tarde para comprender’, una novela noir sobre La Movida

Cuarenta años han pasado ya de aquella época de libertad, lucha y desenfreno. Época en la que se creía en los imposibles y se luchaba por conseguirlos. Madrid ya no es la que era y – puede – que ya no lo vuelva a ser. O al menos eso asegura Javier Valenzuela, madrileño adoptado que vivió La Movida desde sus entrañas: del 82 al 85 cubrió la sección de Sucesos de Madrid en El País.

Cuarenta años después, Valenzuela publicaDemasiado tarde para comprender, una novela negra que se desarrolla en la Movida madrileña de los 80: a Olga Sanz, una joven periodista que trabaja para el periódico local Diario 16, le toca investigar sobre la desaparición de un delincuente. Un crimen que la conducirá a un excitante viaje por el submundo de los quinquis y las drogas, la brutalidad policial, los abogados corruptos, el periodismo de investigación y las trampas de los poderosos.

‘Demasiado tarde para comprender’ es el título de esta novela, ¿un homenaje a Nacha Pop o una afirmación a la que ha llegado con el tiempo? ¿Cree que a veces es ‘demasiado tarde’?

Sí, es un homenaje a ‘La chica de ayer‘, la canción de Nacha Pop, que, cuarenta años después, me sigue pareciendo maravillosa. Pero también es una conclusión a la que llega la protagonista tras sus andanzas por el Madrid noir de la movida y los quinquis del año 1984. En cuanto a mí, soy muy vitalista, de los que prefieren ver el vaso medio lleno a medio vacío. Pero es indudable que hay ocasiones en las que, aunque comprendas, ya es demasiado tarde para rectificar.

En estos casos, hay que hacer lo que hace mi protagonista: emprender sin tardanza otra aventura vital.

¿Podríamos decir que Olga Sanz, la protagonista de la novela, es su alter ego?

Esta es probablemente mi novela más autobiográfica. Como Olga Sanz, yo fui cronista de sucesos en el Madrid de la movida, para El País, no para Diario 16, y era muy joven en aquella época. Me gustaba la música, tanto el pop de Ilegales y Gabinete Caligari como el flamenquito de Los Chichos y Los Chunguitos. Salía de marcha a El Penta, La Vía Láctea, el Rock-Ola y otros garitos, hasta llegué a ser productor de un grupo punk que se llamaba Desechables. Pero quería que esta novela la protagonizara una mujer, que estuviera contada desde el punto de vista de una mujer y en primera persona.

Javier Valenzuela

Creé el personaje de Olga Sanz como un homenaje a las muchas mujeres valientes que se incorporaron entonces al periodismo, aunque aún no en puestos directivos. Me suelen decir que me salen mejor los personajes femeninos de mis novelas que los masculinos, y eso lo recibo como un grandísimo piropo. Gustave Flaubert decía: Madame Bovary c’est moi. Yo diría que Olga Sanz soy yo si hubiera sido mujer.

¿En qué se relacionan la desaparición de El Nene (el crimen sobre el que gira la novela) con la desaparición de El Nani (caso que cubrió durante su etapa en la sección de Sucesos de El País)?

Olga se ve involucrada en lo que en la novela se llama el caso El Nene, que está directísimamente inspirado en el caso El Nani que cubrí para El País. Los hechos básicos del imaginario caso El Nene son los mismos que los del caso El Nani. Y muchas de las situaciones por las que atraviesa Olga en la novela y de los diálogos con policías, abogados y quinquis que sostiene los viví personalmente.

¿Qué supuso para usted esa investigación?

Me confirmó que el joven periodismo de aquel entonces tenía más razón que un santo al desconfiar sistemáticamente de las versiones oficiales, especialmente de las de la policía. Teníamos razón al sospechar de la versión policial sobre la desaparición de El Nani. La brigada antiatracos le dio una paliza en los sótanos de la Puerta del Sol, se les murió e hicieron desaparecer su cadáver. Así lo sentenció en 1988 la Audiencia Provincial de Madrid al condenar a veintinueve años de prisión cada uno a los funcionarios implicados.

«Los sucesos son el lado oscuro de la sociedad y nos dicen mucho sobre su estado, sobre sus carencias, sus enfermedades, sus pulsiones malignas»

¿Qué importancia tiene contar sucesos, más allá del morbo que muchos de ellos generan? ¿Qué aprendió de su época cubriéndolos?

Los sucesos son el lado oscuro de la sociedad y nos dicen mucho sobre su estado, sobre sus carencias, sus enfermedades, sus pulsiones malignas. Si el periodismo los cubre bien, no solo copiando y pegando los comunicados oficiales, no solo dándole cancha al morbo por el morbo, puede contribuir a arrojar luz sobre problemas graves que la sociedad quiere ocultarse a sí misma.

En cuanto a mí, que iba personalmente a los lugares de los hechos y hablaba con todos, quinquis, familiares y amigos de los quinquis, policías, víctimas, familiares y amigos de las víctimas, abogados, testigos y demás, aprendí que la realidad en esta materia es mucho más compleja que un titular apresurado.

Todos conocemos La Movida madrileña pero… ¿Cómo fue vivirla desde dentro? ¿Cree que se ha romantizado?

Vivirla desde dentro fue todo un privilegio. La Movida madrileña fue una explosión de libertad, creatividad y ansia de vivir de la juventud tras la dictadura franquista. La peña, además, arriesgaba por esa libertad, esa creatividad y ese vitalismo, no se conformaba con eso tan de ahora que se resume en la frase «Es lo que hay». Y contaba, además, con el apoyo de un alcalde de Madrid tan genialmente literario como Enrique Tierno Galván.

¿Se ha romantizado? No creo. No veo por qué no se puede decir que fue un momento excepcional de la historia madrileña y española. Probablemente irrepetible.

Dicen las lenguas que La Movida fue una cosa de niños pijos… ¿qué tiene eso de cierto? ¿Hubo una Movida de ricos y una de pobres?

No. En la Movida estuvieron pijos, pobres y mediopensionistas. Unos preferían unos grupos, locales y vestimentas y otros preferían los suyos. Pero había eso que ahora se llama transversalidad: una niña bien como la maravillosa Ouka Leele tenía sus admiradores en Vallecas. Y un cineasta surgido de La Mancha más popular tenía sus admiradores en el barrio de Salamanca.

A pesar de su relación intrínseca con la realidad, la novela cuenta con personajes y hechos inventados. ¿No fueron los entresijos de La Movida lo suficientemente ‘negros’?

Bueno, es que no si hubiera personajes y hechos inventados no sería novela, sería crónica periodística o relato histórico. Demasiado tarde para comprender es una novela. Pensada ante todo para entretener, para unas horas de lectura agradable en un viaje en tren, un fin de semana, una piscina o una playa. Pero si me preguntas en que género la sitúo te diría que, obviamente es un noir, pero también se emparenta con lo que hacían tan bien, mejor que yo, por supuesto, Benito Pérez Galdós y Almudena Grande. Es decir, novela popular sobre acontecimientos recientes de nuestra historia.

En pleno 2023, ¿queda algo del Madrid de los 80?

Queda la música, que sigue escuchándose. Mis hijas, auténticas millennials, corean todos los temas de la Movida. Y quedan muchos de los derechos y las libertades que entonces se conquistaron. ¿No te parece que las fiestas madrileñas del Orgullo Gay conectan directamente con los tiempos de La Movida?

¿A quién le dedica este libro?

No se lo dedico explícitamente a nadie. En todo caso, como dije antes, a las periodistas. Las mujeres periodistas de ayer y de hoy.

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