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Jóvenes ucranianos en Madrid: preocupación, miedo y esperanza

Antón, Sofia, Yulia, Andriy, Margaryta… son algunos de los miles de jóvenes ucranianos que llevan años viviendo en Madrid y que ahora ven como su país se desmorona en cuestión de días.

A raíz de que el pasado jueves 24 de marzo las tropas rusas entrasen en el país vecino ordenadas por Vladímir Putin, los hechos han venido sucediéndose a una velocidad estrepitosa.

Desde Madrid, tanto la comunidad ucraniana como los propios madrileños llevan varios días manifestándose desde distintos puntos de la región oponiéndose a la guerra y creando puntos de recogida para poder enviar alimentos y productos, ante una situación que ha provocado que al menos medio millón de ucranianos hayan abandonado ya el país y las fronteras estén actualmente colapsadas.

A pesar de las dificultades que hay ahora mismo para abandonar el país, la prioridad de aquellos ucranianos que viven aquí es intentar poner a sus familiares a salvo. Es el caso de Antón, que ha conseguido traerse a su prima y a su sobrina a Madrid.

Miles de ucranianos tratan de cruzar la frontera

«Nací en una pequeña ciudad al oeste de Ucrania, al lado de la frontera de Polonia. Cuando apenas tenía 6 años, mis padres, mi hermano y yo nos vinimos a vivir a Madrid, pero gran parte de mi familia se quedó allí», cuenta este joven de 22 años a Madrid365.

«Cuando el jueves nos enteramos del bombardeo masivo con misiles balísticos, mis padres llamaron a todos los familiares que tenemos ahí. Al vivir cerca de la frontera, mi prima y mi sobrina fueron hacia allí, con lo básico en una mochila. Decidieron pasar a pie porque era la única manera para no tardar tanto», confiesa. A pesar del caos y del pánico, «en todo momento la situación estaba controlada, había muchos puestos de voluntarios repartiendo comida y agua».

Miles de ucranianos deciden cruzar la frontera a pie.

«Ambas están ya en Varsovia en un hotel que les hemos reservado y les hemos comprado unos billetes de avión, esta noche llegan a Madrid«, nos contaba este martes Antón.

Los hombres, por el contrario, se han tenido que quedar en sus casas, aunque «están bien y tranquilos». «Algunos han ido a los puntos de movilización, pero por ahora si no tienes experiencia militar o no has sido reclutado antes, no te dejan unirte porque hay muchas personas con experiencia a las que se equipa y arma primero», confiesa.

Y es que, a pesar de que todavía no se les ha convocado para luchar, todos los hombres de entre 18 y 60 años están obligados a permanecer en el país.

En el caso de Sofía, su padre también ha conseguido cruzar la frontera. Sofía tiene 27 años y lleva desde los 13 años viviendo en la capital. Aún así, gran parte de su familia sigue viviendo en Ucrania, en la ciudad de Ternopil. «Actualmente mi tío y mi abuela se encuentran allí, mi padre el lunes por la tarde consiguió cruzar la frontera después de más 18 horas de espera con su mujer. Tiene 62 años, esa es la razón por la que ha podido salir del país», cuenta.

Otros no quieren abandonar el país

Sin embargo, su abuela, de 86 años, se ha negado por completo a abandonar el país. «Dice que ni los misiles ni los militares la harán marcharse de su casa. ¡Es es muy duro! Ha vivido una segunda guerra mundial y se irá de esta vida con el comienzo de una tercera. Siento impotencia y dolor, me veo de aquí a dos semanas en Ucrania de voluntaria», confiesa.

«Somos un país libre e independiente. Mis paisanos dejaron bien claro que Putin tendrá que pisar sobre un cementerio humano para hacerse con el territorio. Son declaraciones fuertes… pero hay que entender que hay personas que están dispuestas a morir por la Paz mundial«, apunta.

Igor, tío de Sofía, con el uniforme militar.

Algo similar le sucede a la familia de Yulia, otra joven que lleva 20 años en Madrid y cuya familia vive en Rudki, también al oeste de Ucrania. «Aunque hay muchos voluntarios para combatir, todos los hombres de entre 18 y 60 años tienen que estar disponibles y no pueden salir del país, así que las mujeres de mi familia tampoco quieren irse porque no quieren dejarles solos».

Además, cuenta, «muchas familias están preparando cócteles molotov caseros para tener como defenderse si llega el enemigo. Mis primos, por ejemplo, salen a patrullar el pueblo. No están en el ejército, son civiles, pero todos colaboran».

Y otros directamente no pueden escapar

En el caso de Andriy, tanto su novia como familia y amigos están encerrados en Kiyv y no tienen forma de salir. «La alarma de ataque aéreo suena cada dos por tres, las estaciones de tren están llenas, no se puede pasar, la gente te aplasta y no te puedes subir a ningún vagón. Al final lo que manda en este tipo de situaciones es el pánico y todos quieren salir los primeros».

Además, explica, «hay mucha gente que sí que podría irse pero tienen miedo de hacerlo y que en medio de una carretera les caiga una granada».

Andriy vino a vivir a Madrid con 7 años y unos años después empezó a jugar al baloncesto. Después de varios años jugando en categorías inferiores, en 2021 le ficharon en su país de origen para jugar en un equipo profesional.

«El 20 de febrero, hace apenas unas semanas, decidí venir a Madrid porque quería cogerme unas vacaciones. Recuerdo que justo antes de venirme, tuvimos una charla todos los del equipo de baloncesto y nuestros superiores nos dijeron que no nos preocupásemos, que estuviésemos tranquilos, que no iba a haber guerra«, explica este joven.

«Unos días después, el día 25, a las 5 de la mañana, me llama mi novia, que se había quedado en Kiev, y me dice que ha empezado la guerra y que han bombardeado muchos sitios», cuenta.

«Siempre nos lo enseñan en las pelis pero hasta que no lo vives real no te lo crees… no es nada parecido a lo que se cuenta, es mucho peor», le decía su pareja por teléfono.

Las vacaciones de Andriy en un principio iban a durar solo una semana. «Tenía el vuelo para volver el día 27. Mi madre me dice que de gracias que la guerra no empezó dos días más tarde porque sino yo también estaría allí», confiesa.

Una situación similar es la que está viviendo Margaryta. «Aunque llevo 15 años en Madrid, mis abuelos siguen viviendo allí, en la región de Járkov, cerca de la frontera con Rusia. Ambos están bastante mal de salud, así que no me los puedo traer a España… Viven asustados, les da miedo salir incluso a comprar medicamentos y comida. Además, las tiendas y las farmacias están vacías. Están desesperados, llevan días durmiendo en el suelo del baño y tienen toda la documentación y las cosas preparadas por si en cualquier momento tienen que salir huyendo».

Un proyectil cae en una casa en Izyum, en la región de Járkov.

«Cada día bombardean casas, ponen minas en todos los lados, bombas al lado de las casas… También están bombardeando coches y autobuses, así que todo el mundo tiene pánico de huir», confiesa.

¿Cómo ayudar desde Madrid?

El supermercado Ucramarket, ubicado en el número 8 de la calle Méndez Álvaro de la capital, está recopilando alimentos, medicinas y ropa para sus compatriotas refugiados en Polonia y Rumania, así como material para los soldados, una recepción de ayuda que se prolongará hasta que termine la invasión rusa.

«Necesitamos por favor mucha ayuda, sobre todo ropa para bebés de hasta dos años. Ropa, pañales, higiene«, señala una de las responsables de Ucramarket. El horario de recogida es de 12 a 17 horas.

En estos momentos, se necesitan alimentos enlatados, medicinas y vendajes. También se recoge material para los soldados como botas militares, prismáticos, chalecos antibalas, sacos de dormir, guantes tácticos, etc.

Además de estos efectos, este centro de recepción esta recogiendo donaciones en efectivo para gasolina y para ayudar a los afectados. Todo lo recopilado, se traslada hasta la frontera en camiones y es recogido por la Cruz Roja para llevarlo a los refugiados.

 

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Además de este supermercado, los madrileños pueden llevar ayuda a otros puntos de recogida en Villaverde Alto (calle Acebes número 2) y en Aluche (calle Valmojado 293).

También son muchas las ONG españolas que se han sumado a la recogida de enseres necesarios para los afectados como Cáritas, Manos Unidas, Cruz Roja, Ayuda en Acción y Médicos del Mundo, entre muchas otras organizaciones.

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