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Panteón de Hombres Iluestres

La historia enterrada en los cementerios de Madrid

Ya desde el reinado de Carlos III se apostó por trasladar los cementerios a las afueras de las ciudades. Sin embargo, esta medida chocaba con los deseos de la Iglesia. Y no fue hasta el siglo XIX —con José Bonaparte ocupando el trono de España— cuando se comenzaron a construir los primeros cementerios extramuros.

A partir de este momento, se levantaron los cuatro camposantos más relevantes a día de hoy de la capital. Con motivo de la festividad de ‘Todos los Santos’, desde Madrid 365 repasamos el origen y la historia de estos cementerios durante los últimos dos siglos.

Nuestra Señora de la Almudena

Hasta 1973 fue el cementerio principal de la capital. Su origen se remonta a la real orden real orden del 28 de agosto de 1850. Según esta, los cementerios madrileños no podían situarse a menos de 1500 varas —1.254 metros— por el lado norte y, en el cuartel sur no podía situarse ningún cementerio en la orilla izquierda del río Manzanares.

A esta orden se sumó la ley municipal de 1868. Tras su aprobación, los ayuntamientos debían encargarse de la administración y conservación de los camposantos. Por este motivo, en 1876 se creó una comisión para construir la llamada ‘Necrópolis del Este’, futuro Cementerio de la Almudena.

El recinto se ubicó en la parte oriental de la ciudad, en el por entonces pueblo —actualmente distrito— de Vicálvaro. Para llevar a cabo la obra, el ayuntamiento compró los terrenos de ‘La Elipa’, incluidos, tras la transacción, en el municipio de Madrid.

Cementerio Nuestra Señora de La Almudena
Cementerio Nuestra Señora de la Almudena

Durante 1884 y 1885, una epidemia de cólera en la ciudad interrumpió su construcción. En ese momento, se decidió habilitar un cementerio provisional, ‘de epidemias’ —cuyo funcionamiento comenzó el 15 de junio de 1884—, denominado ‘Cementerio de Nuestra Señora de la Almudena’.

La necrópolis no fue oficialmente inaugurada hasta 1925. Los planes de ampliación y el índice de mortalidad calculados, aseguraban capacidad en el recinto hasta el año 2000. Sin embargo, tan solo treinta años más tarde, el cementerio tuvo que ampliarse.

Desde la década de 1920 hasta la construcción del Cementerio Sur, en Carabanchel, fue el único camposanto existente en la ciudad para la mayoría de la población, a excepción de algunas sacramentales de diferentes cofradías religiosas.

El preferido de la nobleza

El primer patio del Cementerio de San Isidro se levantó en 1811. Ubicado en el margen derecho superior del río Manzanares —entre los puentes de Segovia y Toledo— el cementerio fue ampliado a lo largo del s.XIX con nuevos patios.

Sacramental de San Isidro
Sacramental de San Isidro

Con los años, se convirtió en el lugar de descanso de la nobleza del Madrid del XIX. Y, gracias a la elección de su lugar de descanso, aristócratas, políticos, grandes burgueses y artistas legaron entre sus siete patios un conjunto de panteones de gran calidad arquitectónica dentro del monumento funerario.

Arquitectos y escultores —entre los que se encuentran los afamados Arturo Mélida y Agustín Querol— también colaboraron en el embellecimiento del recinto, dotando sus trabajos de elementos escultóricos y oficios artísticos de cantería, forja, vidrieras y esmaltes.

Un espacio para ciudadanos ilustres

El cementerio de la Sacramental de San Justo, San Millán y Santa Cruz se empezó a construir en 1846 en el cerro de las Ánimas —al igual que el de San Pedro y San Andrés— y las obras finalizaron en 1847.

En sus inicios, tan solo contaba con un patio —llamado de San Miguel—, donde se encuentra la capilla. En el interior, está la efigie de San Miguel del convento franciscano de los Ángeles.

Panteón de Hombres Iluestres
Panteón de Hombres Iluestres, Sacramental de San Justo

En 1902, la Asociación de Escritores y Artistas construyó un panteón donde resguardar e ir agrupando las cenizas de los personajes más ilustres en las letras y las artes, llamado ‘Panteón de Hombres Ilustres’.

Los primeros en ocupar su lugar en este espacio fueron José de Espronceda, Mariano José de Larra y Eduardo Rosales. Posteriormente, se han inhumado en este lugar los restos de Leandro Fernández de Moratín, Ramón Gómez de la Serna, Carmen Conde o Sara Montiel, entre otros.

El ‘Cementerio de Epidemias’

Inaugurado en 1884 como ‘Cementerio de Epidemias’ —a raíz de una mortífera epidemia de cólera—, fue absorbiendo al resto de los camposantos de la capital española.

En su inauguración, el ‘Cementerio Civil de Madrid’ contó con la asistenciadel rey Alfonso XIII, el gobernador civil y el alcalde de la ciudad. Ese mismo día, se enterró en él a Maravilla Leal González, muerta con solo veinte años de edad, víctima de un supuesto suicidio.

Tumba Pio Baroja, Cementerio Civil Madrid
Tumba Pío Baroja, Cementerio Civil de Madrid

Desde su creación, albergó tumbas, panteones y mausoleos dedicados a librepensadores, ateos, sindicalistas, heterodoxos religiosos de la Iglesia Española Reformada, protestantes, masones e incluso judíos.

En el año 1894, se levantó en el cementerio —por suscripción popular— el mausoleo del periodista Ramón Chíes y su compañero de profesión Fernando Lozano Montes.

Redacción

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