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Marta Solano

Marta Solano: «Si me dicen que ha habido un tsunami en Asia, hago la maleta y a dar la noticia»

Marta Solano es una periodista todoterreno. Aunque no decidió escoger periodismo por vocación, ha mostrado durante su amplia trayectoria que lo suyo es pasión por estar en el centro de la noticia, para vivirla, sentirla y así contarla, de manera que su voz atraviesa la pantalla haciéndonos sentir lo que narra.

Periodista y escritora, además de una cara bastante conocida en los escenarios de eventos, puesto que, como resultado de su picardía, se ha convertido en una presentadora brillante en este ámbito también.

Hablamos con Marta de sus momentos más duros, de cómo vivió el caso de Marta del Castillo, de la vida tobogán que implica el periodismo, del lanzamiento de su segundo libro y de sus ganas de ayudar y de contar, en Madrid 365.

¿Cómo se define Marta Solano?

¡Wow! Soy una persona muy inconformista, muy curiosa. Me encanta viajar y vivir experiencias nuevas. Soy muy perfeccionista también y yo creo que el principal rasgo que me define es ser sociable. Me encanta el trato con la gente.

¿Cómo empiezas en el periodismo?

No te voy a decir que empecé por casualidad. La verdad es que no sé si fue el destino pero pienso que es la profesión que más tiene que ver conmigo, con mis cualidades, con mis gustos e inquietudes. Lo tuve claro cuando me tocó entregar la solicitud, de Periodismo o Psicología, pero hasta que no llegué a la puerta no sabía qué camino escogería.

A día de hoy, no me arrepiento, es más, considero que es la profesión que realmente más me pega. Me gusta mucho entrevistar a personas muy interesante del mundo de la actualidad, ser un poco la intermediaria con la sociedad, aprender cada día porque forma parte de este oficio, estar en continuo aprendizaje y, comparado con la psicología, prefiero hablar que escuchar.

¿Qué les dirías a los estudiantes de periodismo? Porque pocas veces se encuentran palabras motivacionales para los alumnos de esta facultad…

No es nada nuevo, siempre nos dicen lo mismo a los estudiantes de periodismo. Cuando entré en la facultad también cundía el pesimismo cuando decían que era la profesión con más paro, que era muy complicado si no tenías algún padrino, que era una profesión precaria, que mejor nos dedicáramos a otra cosa…

En primero de carrera decía «bueno, cuando acabe los cinco años, como me voy a ir al paro, pues me iré a Inglaterra a hacer de Au Pair, a aprender inglés o trabajar en el McDonald’s porque sé que no me voy a dedicar al periodismo».

No conozco a nadie que se dedique a esta profesión y no la adore

Yo lo que les puedo decir es que es la profesión más bonita del mundo. A mí también me dijeron que sin ningún enchufe no lo conseguiría y a día de hoy puedo decir que he conseguido cumplir mi sueño, no ha sido fácil. Hay que trabajar mucho y duro, en Navidad, en verano… había compañeros que no estaban dispuestos a eso ni a cobrar los sueldos que se pagaban, pero por algo se empieza siempre. Es un esfuerzo, nadie dice que sea fácil, pero no conozco a nadie que se dedique a esta profesión y no la adore, que no sienta pasión por el periodismo.

Creo que merece la pena y que ‘el que la sigue, la consigue’. No hay de otra. Hay que formarse. Cuando uno sale de la universidad, aunque sale muy preparado, en idiomas, en prácticas, esto se aprende poco a poco y es verdad que a los becarios se les explota. A mí también me explotaron. Yo también he cobrado prácticamente nada, he puesto mi coche, he pagado la gasolina, he pagado mi comida, me tenía que maquillar yo, tenía que trabajar los fines de semana, no he tenido veranos desde hace muchos años y he tenido que aprobar una oposición para estar donde estoy. Cuando aprobé, tuve que hacer todas las sustituciones de los titulares que se iban de vacaciones y yo les sustituía para presentar, pero no me arrepiento.

Este tiempo me he formado, he crecido, he mejorado, he aprendido y merece la pena de verdad… ¡Lo vais a conseguir!

Al final es una forma de vida, más que un trabajo… El periodista lo es 24/7, ¿no?

Efectivamente, el periodista lo es 24/7 y, es que además, no lo decimos con la boca pequeña, es que nos encanta. Un periodista no sale del trabajo y dice «cuelgo la chaqueta de periodista y el micro», no. Estás en una reunión de amigos y de repente conoces a alguien interesante y piensas ‘tú tienes una entrevista, tú tienes un reportaje, cuéntame más de esto’ porque somos personas curiosas que queremos informarnos. Siempre estamos detrás de la noticia y de esa historia humana que puede interesar. El periodismo es un estilo de vida.

A mí me dicen: ‘hay que ir a una guerra, ha habido un tsunami en el sudeste asiático, ha habido un terremoto en Haití’ y, hago la maleta y saldría corriendo para estar allí y contar la noticia.

Has dicho que el camino no es fácil, ¿cuál ha sido el momento más complicado en toda tu carrera?

Fue cuando estaba acariciando un sueño que era ir a mis primeros Juegos Olímpicos en Pekín en 2008. Llevaba tres años en Televisión Española y desde que era becaria la verdad es que en mi carrera me iba muy bien: había estado en un avión privado con Carlos Sainz, había estado en Oviedo en los Premios Príncipe de Asturias cuando se lo dieron a Fernando Alonso, había conocido a Rafa Nadal, había estado con Pau Gasol, había estado con el presidente del Comité Olímpico Internacional, en ese entonces estaba en Deportes. Había asistido a grandes eventos y había vivido experiencias increíbles.

Finalmente, voy a ir mis primeros Juegos Olímpicos. Me acreditan en febrero, llega el mes de julio y, trabajando, luego de llevar muchas horas y estando cansada, con distintos turnos, me tropecé en unas escaleras, me caí y me fracturé el sacro. A una semana de coger el avión, en el mes de julio, los juegos empezaban el 8/8/2008, acreditada desde febrero… Me quedé sin juegos.

Estuve en el sofá y en una cama llorando, viendo cómo mis compañeros cubrían los Juegos Olímpicos en los que tenía que estar yo. Eso sí, aprendí mucho porque me tragué los juegos enteritos y, cuatro años después, fui a Londres y cumplí mi sueño de cubrir unos Juegos Olímpicos. En vez de ir de reportera, fui como imagen de los Juegos Olímpicos en la continuidad de la 1, que para mí ha sido el mejor trabajo que he hecho. Se cumplió mi sueño. A veces la vida es así: te caes y te tienes que levantar.

¿Y el momento más dulce?

¡Muchísimos! Por ejemplo, cuando me dijeron que iba a ir a los Juegos Olímpicos en Londres y estar todos los días presentando con el estadio detrás, ver la final de los 100 metros con Usain Bolt, narrar una medalla de plata olímpica de los chicos de la NBA.

¡Una gran experiencia también fue estar destinada, durante tres meses, en Valencia en la America’s Cup de Vela! Yo no tenía idea de Vela. Yo soy de Madrid y no sabía nada de proa, popa, babor y estribor. No tenía idea de la competición, que es muy complicada, y me empapé, me sentí parte del equipo español que participaba en esa regata, el Desafío Español.

También me tocó cubrir la coronación de Felipe VI, que la retransmití en Televisión Española. Y, toda mi etapa en España Directo también fue muy bonita. Aquí tuve que dar malas noticias, investigué e informé de sucesos como el caso Asunta, el accidente del Alvia, el caso de Marta del Castillo, muchos casos tremendos, pero también hablábamos de reportajes, historias humanas, fiestas populares, gastronomía. Tenía que ser presentadora todoterreno y eso me encanta.

A mí el caso de Marta del Castillo es un caso que me pone la piel de gallina y me emociona cada vez que lo hablo, ¿cómo es afrontar un caso de esta magnitud? Porque es una familia que entró en nuestras casas a través de la televisión y con la que vivimos cada paso hasta el día de hoy, 13 años después…

Con el caso de Marta del Castillo he vivido los momentos más duros de mi vida. Me acuerdo llegar a la redacción de España Directo y, prácticamente, no te exagero, tres veces a la semana tenía que entrevistar al abuelo, al padre o a la madre de Marta del Castillo, o a los tres. Pero es que la semana siguiente tenía que hacerlo otra vez.

Lógicamente, no sabías qué preguntarles por qué no había tantas novedades en el caso. A veces los periodistas, si es algo negativo, tratan de ‘estirar el chicle’ de un tema. Todos ‘estirábamos el chicle’ porque iban a empezar a buscar en un vertedero o iban a empezar a buscar en el río Guadalquivir, y era horrible.

Esos momentos de recordar la página en blanco y decir ‘cinco minutos de entrevista y ¿Qué le pregunto?’ porque es como cuando vas al tanatorio y es horrible. Realmente empatizas con esa persona, sabes que además son temas delicados, hay líneas rojas que no puedes ni debes cruzar. Delante tienes a una persona que sufre muchísimo y que apenas hablan porque en el caso de la madre de Marta del Castillo, las respuestas eran con monosílabos y yo tenía que llenar cinco minutos. No sabía como hacerlo. Recuerdo que me decían por el pinganillo ‘muy bien Marta, continúa’.

Una de las cosas de las que me siento más orgullosa es, como profesional, en esos momentos difíciles, en los que te quedas sin palabras y en los que tienes un tema humano tan delicado entre manos, creo que nunca he llegado a traspasar la línea del sensacionalismo, de herir a la otra persona o de hacer una pregunta poco adecuada, y eso es muy difícil.

Tras un caso así, ¿es posible desconectar cuando te vas a casa?

Sí, así es. Por ejemplo, el caso de Asunta fue un caso muy mediático también. Cada día parecía que los medios de comunicación hacíamos un juicio paralelo. Llevábamos expertos, forenses, abogados, penalistas y todo el mundo hablaba de «pues se han encontrado estas cuerdas, ¿Qué puede suponer?», o la medicación con la que supuestamente drogaron a la niña, o si los padres estaban implicados… Eso luego te lo llevas a casa. Además en casa la información continúa, tienes que seguir empapándote de los últimos datos y de enfoques de otros compañeros y de otros medios para, luego, al día siguiente, volver sobre el tema. Es muy complicado.

Un caso que me impactó muchísimo fue el del pequeño Gabriel, ‘el pececito de Almería’.

En el caso del pequeño Gabriel, estaba en directo en el 24 horas cuando lo descubrieron en el maletero de la madrastra. Bf, cuesta. Es un momento en el que estás emocionado, se te entrecorta la voz, tienes ganas de llorar ante la impotencia. Esto se debe a que, aunque estemos delante de la cámara, nosotros también mantenemos la esperanza, al igual que los que nos ven desde el otro lado de la pantalla.

Lo mismo pasa cuando hay una noticia positiva, ¿eh? En un mundial, estás dando las noticias y estás pendiente y lo vives, y yo creo que eso luego lo transmites y es positivo.

Hablando de deportes, mi queridísimo Matías Prats Chacón, cuando visitó La Azotea de Madrid 365, dijo que «los periodistas deportivos somos futbolistas frustrados» y en alguna ocasión te he escuchado decir a ti que…

Los periodistas, en general, somos escritores frustrados. (Risas) Esa frase la digo siempre porque nos encanta escribir. Es una manera de comunicar. Al final soy periodista, pero me considero comunicadora: comunico en redes sociales, en Twitch, con 360 caracteres (risas), tengo un canal de YouTube. También estoy en Facebook y en Instagram y en cada red social intentas un poco adaptar el perfil y, luego, a través de televisión. También tuve un blog de viajes.

Pero me faltaba algo. Me decía «tengo que ir al papel» pero me daba mucho pudor. Ser escritora a mí me da mucho respeto. Me lancé por la literatura juvenil, no porque fuese menos exigente, sino porque quería sacar a la niña que llevo dentro, tratar esos temas por los que sientes curiosidad. Además es una forma de comunicar diferente a la que estoy acostumbrada.

Lancé primero ‘El viaje del samurái’ porque vino una editorial y me dijo «ahora está muy de moda que la gente de la tele escriba libros» como reclamo, igual que hay actores o presentadores en el teatro, pues esto también. Además, me preguntaron «¿qué te apetece escribir?» y les dije «en un mes me voy a Japón. Seguro que cuando vuelva se me ocurre alguna historia de Japón». Y, efectivamente, cuando volví hice como un diario de viaje ya que me impactó mucho la cultura japonesa y el contraste con la nuestra. Fue el viaje de mi vida.

Hice una especie de diario de viaje, para que fuese más asimilable para los chavales. Le metí una narrativa de una trama de ficción, de suspense y, siempre lo digo cuando voy a charlas de colegios para presentar el libro, que el 90% del libro es real y que un 10% es ficción y justo la gente me dice «¿esto es real?» y digo «no, justo eso no lo es, no seguí a ningún ninja» (risas).

Luego, saqué muy rápido el segundo libro, que era un poco como la continuación. Como me gustan los viajes, dije «nos vamos a ir a Marte, directamente» y, en vez de un viaje real, fue un viaje de ciencia ficción total.

Como escritora, voy mejorando. El primer libro me gusta mucho porque es un recuerdo personal. En el segundo, (el libro de ‘El mensajero de las estrellas’) he mejorado como escritora y el siguiente paso no sé si escribiré una novela de misterio ya para adultos, o una novela histórica sobre Egipto, que me estoy documentando también. Pero ya estoy pensando en el público adulto.

¿Cómo afrontas ese folio en blanco?

Al principio tienes que documentarte mucho. Tiene que ser un tema que te enamore. Tienes que leer mucho. Empiezas a tomar nota de un montón de libros, a documentarte, a hacer entrevistas, ver documentales, películas. Es empaparte y que tu vida gire en torno a ese universo y, a partir de ahí, empiezas a esbozar personajes.

Detrás de cada uno de mis personajes hay gente que conozco

En mi caso, me inspiro mucho en la realidad. Detrás de cada uno de mis personajes hay gente que conozco, por eso no me tengo que documentar mucho porque los tengo muy vistos (risas). Luego, a partir de ahí digo ‘qué les puede pasar’, es como que las historias y los personajes entran en tu cabeza y conviven contigo 24 horas y vas tomando nota. Luego te ves ante el problema de la sequía del escritor y dices ‘madre mía, ¿y ahora por dónde sigo?’.

He hecho muchos cursos de la Escuela de Escritores que te dan pautas de psicología del personaje, novela corta, novela larga, humor, narrativa de suspense, y te van dando algunas claves que luego te ayudan. Pero al final eres tú, la constancia y, como trabajo los fines de semana, tengo tiempo entre semana.

Lo que sí soy es una persona, no te voy a decir impulsiva, pero cuando cojo algo, me vuelco. Tampoco quiero proyectos muy a largo plazo porque también soy de las que me canso. Más que corredora de fondo, soy un poquito más de media distancia.

Antes de abandonar el proyecto, tengo que decir ‘bueno, voy a ver un poco algo que pueda manejar, que pueda acotar’ y me lanzo y le dedico mucho tiempo y al final sale.

En cada proyecto he dedicado año y medio, más o menos. En el caso de Japón, lo tenía muy fresco, pero me tiré todo el viaje tomando muchas notas, luego amplié, lógicamente, documentación, y luego la historia vino. Vine tan alucinada de Japón que yo creo que lo que quería transmitir era cómo son los japoneses, lo que admiro de ellos, que son una sociedad muy empática que mira por el otro antes que por ellos mismos. Por ejemplo, las mascarillas no las llevaban por la Covid-19, las llevaban porque tenían un catarro y para no pegárselo al otro. Limpian perfectamente, la limpieza es brutal. Tú vas a una estación de servicio de un sitio público donde pasan decenas de autobuses y cientos de personas y está más limpio que el de tu casa recién limpiado por ti (risas) y dices ‘¿cómo puede ser?’. Les enseñan en los colegios, ellos limpian los colegios. Es una educación de silencio, de respeto al otro. Luego son muy introvertidos y al final también tienen sus taras: hay mucho suicidio, tienen pocas vacaciones, poca vida personal, no se atreven a decir que no, son muy obedientes…

¿Ayudas también con la recaudación del libro?

Sí. Mi padre falleció en 2020 de leucemia, en plena pandemia. Para mí, escribir es un homenaje a mi padre. Todos los libros están dedicados a él. Mi padre está vivo en mis libros y, sigue disfrutando de mi hijo. Y es por él por lo que una aparte se destina a un fin solidario.

Mi padre está vivo en mis libros

Hemos contribuido a muchas causas como la Fundación para la Hipertensión Pulmonar, a Coloría que es una ONG de tema de lectura, a autismo, he contribuido a Celia, que es una niña de Jaén que tiene una enfermedad ultra rara de un tema de coagulación de sangre… Incluso colaboramos con proyectos concretos que tienen cada uno de los colegios. Siempre hay una contribución solidaria con un montón de causas y estamos abiertos a colaborar con quien quiera.

Es el sueño cumplido de una periodista que un día soñó con ser escritora.

Y, para terminar, ¿cuál es tu rincón favorito de Madrid?

Sin duda, la Plaza de Oriente, es un lugar mágico.

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