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victor rocres la amnesia del agua

Víctor RoCres: «El que escribe bien te dice muchas cosas con muy pocas palabras, y lo realmente difícil es eso»

En el libro ‘La amnesia del agua’ (editorial Olé Libros) nada es aleatorio y, mucho menos, fácil de olvidar. Víctor RoCres, originario de Madrid, se estrena como escritor con la publicación de once cuentos que navegan por recuerdos que empapan y se evaporan, historias que coinciden, se atraviesan y susurran a un pasado que parece que nunca fue.

Difícil es no sentirse identificado en frases como ‘pero no llora, aunque desde ese día no haya dejado de hacerlo’ y otras líneas que, en un acto que busca mostrar el reflejo de las facetas humanas en el agua, consigue fracturar la coraza de los personajes en sus relatos. Conversamos con el autor del libro, publicación que se presenta este viernes 10 de marzo en el bar Aleatorio en el barrio de Malasaña.

¿Qué significa escribir para ti? ¿Qué significó escribir ‘La amnesia del agua’?

Escribir para mí es sacar lo que llevas dentro. Es sacar, de alguna forma, lo que no puedo sacar de otra manera y hacerlo realidad porque, a lo mejor, me tacharían un poco de loco.

Es un desahogo. Escribir ‘La amnesia del agua’ fue, aparte de una oportunidad de darle una forma más profesional a lo que tenía por ahí escrito, quitarme una losa grande de encima.

Es verdad que al escribir te quitas ese peso, pero, al sacarlo a la luz, es como un pasito más. Vas a estar expuesto a que te lean los demás, a que te puedan juzgar, a que haya gente que le guste, gente que no le guste… es como el siguiente escalón al escribir.

Yo creo que en realidad todos escribimos, lo que pasa es que no todos tenemos la idea de darle luz a lo que hacemos.

¿Escribir para ti es un ejercicio que te da plenitud o te genera más incertidumbre?

Pues, yo creo que las dos cosas (risas). Porque, mientras estás escribiendo, muchas veces, no sabes a dónde te va a llevar lo que estás escribiendo. Por ese lado, hay un punto de incertidumbre que hay que saber gestionarlo porque muchas veces te puede frustrar. De hecho, a mí me ha pasado.

Luego, cuando das con la palabra exacta o con el final que tú consideras, el idóneo, es como la plenitud total respecto a un texto.

Recorres cuerpos, miedos, deseos e historias con el agua, ¿por qué con este elemento?

Creo que el agua, en el libro, sobre todo, es una metáfora. Para mí el agua es un ente desconocido que sí, que vale que es H₂O y todo lo que tú quieras (risas) pero de ahí sale la vida.

Es verdad que en el libro se conecta con todas las historias con este elemento, porque para mí el agua es la vida, pero también puede ser la muerte. Lo utilizo un poco como metáfora, con los personajes y los estados emocionales.

¿Crees que olvidamos para vivir o sobrevivir? ¿O, es que olvidamos por la amnesia que nos causa el agua?

Creo que olvidamos más por sobrevivir. Los recuerdos no suelen ser tal y como los recordamos, suelen ser de otra manera.

Por norma general, los recuerdos vienen a nosotros a través de las emociones. Las emociones que más quedan a lo mejor son las menos agradables, ¿no? Y olvidar yo creo que es importante… importante para sobrevivir. Si no estaríamos estancados en un pasado continuo y no podríamos ni vivir el presente ni mucho menos el futuro.

Historias de melancolía que tratan de abrazar el pasado, pero, como el agua, se escapan entre las manos, ¿con qué motivo buscas plasmar estas facetas tan humanas?

Volviendo a los recuerdos y demás, creo que es un tema superimportante, a nivel psicológico, porque lo que nosotros creemos que recordamos, es lo que va a dar lugar a nuestro presente o lo que va a dar lugar a nuestra vida futura.

Hay una frase que dice que ‘el futuro es incierto’ y, yo añadiría ‘el pasado, nadie dice que no lo sea’.

Cada uno tiene un pasado. De hecho, cuando discutes con alguien, de seguro esa persona ha vivido ese mismo momento de una forma totalmente diferente a ti. Eso me parece muy interesante; cómo nos condicionamos y cómo transformamos recuerdos, nosotros mismos, a raíz de los recuerdos originarios. Esto habla más de nosotros que de los hechos en sí.

Utilizas la ambigüedad del tiempo y espacio en muchos cuentos del libro, mencionando días sueltos de la semana y algunas estaciones del año, sin poder ubicarnos con precisión en el 2023 o en los 60, ¿cuál es la razón por la que no le otorgas al lector la ubicación y tiempo concreto de tus historias?

Porque creo que no es relevante, realmente. No creo que, porque una cosa pase en los 90 o pase en los 60, cambie algo. El contexto socioeconómico de cada época sí importa, pero, realmente, los hechos en sí, en cualquier contexto, son los hechos en sí; da igual el tiempo.

Yendo un poquito más allá, considerando que da igual el tiempo, cosa que intento plasmar en el libro y demostrar un poco que es indiferente, ‘La amnesia del agua’ va un poco por el hilo de que el tiempo no existe, que es una realidad que tenemos nosotros, que nos hemos creado para organizar lo que tengamos que organizar.

En el libro intento dar a entender que el tiempo es indiferente. Incluso, no solo el tiempo, sino el tiempo real y el tiempo onírico. Juego un poco con la realidad y, si juego con ella, tengo que meter el elemento del tiempo para hacerlo más amplio.

Finales abiertos e historias que se coquetean las unas con las otras, ¿cómo fue el proceso de creación de ‘La amnesia del agua’?

Es verdad que hay relatos que hacen más guiños a otros. Otros cuentos están más solitarios. Pero sí me gusta esa idea de saber que, quizás, nuestra vida repercute en la vida de otra persona sin que lo sepamos o, incluso, sin que esa persona lo llegue a saber también. Eso me parece que es interesante y realista porque no podemos llegar a saber nunca eso.

Tras una mirada introspectiva, ¿qué ves de tu formación y profesión en las líneas de tu primer libro?

Veo mucha psicología. Inicié psicología y no la terminé, pero es algo que siempre he tenido conmigo. Con respecto a la Programación Neolingüística, también tiene que ver mucho con el tema de la psicología, los recuerdos y todo lo relacionado. Y, respecto a la docencia, yo soy docente en Logística, que no tiene nada que ver con esto, a priori. Sin embargo, cuando eres muy calculador o tienes una faceta muy analista en un aspecto laboral, tiendes a hacer todo lo contrario en tu vida personal. Es como que necesitamos compensar.

El que escribe bien te dice muchas cosas con muy pocas palabras, y lo realmente difícil es eso.

¿Tus personajes realmente existen o viven en tus historias?

Mis personajes no existen. Solamente viven allí en el libro. Pueden tener atisbos de algunas personas, características de otras, pero no existen ninguno. Menos mal también te digo (risas).

¿Qué te hala el pelo por las noches que te saca de tus sueños?

Escribiendo el libro me despertaba muchas veces (risas). Cuando estaba en proceso de escribir o, cuando tengo una idea recurrente. Cuando escribo tengo que tener una idea recurrente en la cabeza todo el día. Si tengo una idea, voy transformándola y dándole pinceladas y pensando ‘bueno y ahora aquí cómo acabo y aquí cómo lo hago’. Para mí ese es el proceso de escribir, yo me puedo poner a escribir sin ninguna idea, algo escribiré, pero no valdrá para nada.

Cuando estoy en esa vorágine de ideas me despierto muchas veces por la noche porque me viene una idea. De repente estoy soñando y me despierto. Ese tema de lo onírico, que también lo toco mucho en el libro, viene mucho del subconsciente.

¿Crees que los recuerdos corren como el agua o se evaporan?

Creo que terminan evaporándose. Difuminando. De ahí a que terminemos formando los recuerdos que más nos convienen o que menos nos convienen muchas veces.

Correr, pueden correr un tiempo, pero luego, cuando sale el sol, se terminan evaporando.

¿Eres el chico de los New Balance azules en el Retiro?

(Risas) Pues, podría ser porque tengo unas New Balance azules. Podría ser, pero yo creo que no. Podría ir vestido como yo, pero creo que no soy yo.

Al final, da la casualidad que ese chico viste como yo.

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