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‘A la fresca’, un viaje profundo por el presente a través de la tertulia cotidiana

El nuevo álbum de Bad Bunny, DtMF, se ilustra con una fotografía que nos traslada a cualquier patio de una casa en el Caribe. Allí, dos sillas de plástico reposan en un verde infinito que huele a selva, fruta y horas de deliciosas conversaciones. Y aunque en Latinoamérica no se use la expresión, A la fresca es una obra que evoca esta postal, pero con tres sillas acompañadas por la camaradería que conlleva una prolongada conversación. Una fábula en la que se habla de costumbres, de la lengua y de todo lo que ocurre si desconectamos del ruido y conectamos con el presente y quienes lo habitan.

La pieza, que se representa en la Nave 10 (Max Aub) en Matadero Madrid y dirige Pablo Rosal, abre sus puertas y sus conversaciones al público hasta el próximo 23 de febrero con una propuesta que usa la palabra como medio de transporte para acariciar y estimular la creatividad y la imaginación con tertulias que parecen ser ingenuas hasta que demuestran lo contrario.

La romantización de lo simple y la evasión de la realidad

Con una prisa por no hacer nada, el escritor Eusebio (Luis Rallo) se asoma por primera vez en la casa de verano que pertenecía a sus abuelos y se topa con Matilde (Israel Frías), la limpiadora encargada de mantener la casa y la cocina al día durante el próximo periodo estival. Este escueto encuentro trazará una de las primeras líneas infinitas que sostiene la ropa y las palabras que perdurarán hasta el fin de la temporada en los alrededores de esa casa.

Manolo Caracol (Alberto Berzal) aparecerá en escena cuando el propio Eusebio le pide a la limpiadora buscar a un albañil para construir una cabaña para refugiarse y construir sus propias historias, lejos de esta casa que prácticamente se le impide usar, sin darse cuenta de que una mejor se desarrollará alrededor de ella.

Pero es cuando cada quien toma su silla, y su relato, que arranca la chispeante conversación que se prolongará de la primavera al otoño en la pieza. Las intimidades populares del universo se asomarán en los coloquios en los que estos tres desconocidos se vacilan para no conocerse con tópicos ingenuos y alejados de la actualidad.

De forma evitativa y a veces rayando el llamado ‘positivismo tóxico’, las conversaciones tienen la cadencia que tienen sus silencios, marcados por la llegada de algún tema que pueda terminar en una discusión existencialista. Esto se logra no solo gracias a la brillante interpretación de los tres actores, sino también por el vaivén de la experiencia humana, su fragilidad y grandeza, que se esconde en las conversaciones cotidianas plasmadas en el guion y recitadas en la nave. Y es que ‘vivir ensucia, escribir limpia’.

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Todo es más comprensible cuando estamos juntos

Así, durante toda la pieza, los tres personajes deambularán por los recuerdos, sonidos y olores del verano, descubrirán los verdaderos significados que se esconden en los objetos cotidianos, que la vida se construye con lo poco o mucho que le damos y que es posible crear una realidad paralela, colectiva y fascinante. Momentos cargados de empatía y compasión ante los ojos de compañeros que no terminan de conocer del todo.

Por su parte, la puesta en escena es sencilla, con sábanas, pañuelos y calcetines, y se vuelve más compleja con el desarrollo de la pieza, con una evolución simple pero significativa. Sin embargo, podría aportar algún otro elemento para reforzar el elaborado e ingenioso texto que le acompaña.

En este prolongado debate no hay espacio para las guerras, los conflictos familiares u otros asuntos que perturben la mente y el alma. Hay algo más: tres desconocidos que desenredan sus propias creencias y confusiones a través de conversaciones triviales y tópicos que solo la tranquilidad del verano otorga el tiempo suficiente para hurgar. Sin embargo, A la fresca también es una postal de aquellos con quienes coincidimos alguna vez en estas circunstancias y con aquellos con los que no pudimos volver a conectar.

Elementos clave de la representación

Lo mejor: el ritmo de los silencios entre cada línea pronunciada y la destacada interpretación de Israel Frías.

Se echó de menos: una escenografía que acompañara el guion.

Ficha técnica

Nave 10 de Matadero Madrid
Texto y dirección: Pablo Rosal.
Intérpretes: Alberto Berzal, Israel Frías y Luis Rallo.
Diseño de espacio escénico e iluminación: Javier Ruiz de Alegría.
Diseño de vestuario: Felissa Kosse.
Adjunta a la dirección: Caterina Muñoz Luceño.
Diseño de sonido: Arsenio Fernández.

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