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Manuel Jabois: «El pañal es la mejor lección: limpias la mierda a tu hijo y con los años, él a ti»

«Madrid Q&A» es una indagación, en forma de cuestionario, sobre la relación personal de vecinos o visitantes de Madrid con la ciudad. Y, quien dice la ciudad, dice del Xanadú al pico de Peñalara: que Madrid, ya lo sabemos, no es tanto un callejero como un estado mental.

Cada éxito nos deja a solas con un redoble de ansiedad que no tiene escapatoria. Él lo ha acallado trabajando, y va a matarlo del todo en cuestión de días con el descorche, tan esperado, de Miss Marte (Alfaguara). Este año hacen diez de Irse a Madrid, y poco menos desde que, efectivamente, se vino. Aquella juventud le puso a tiro de nuestra sed de mitos, porque éramos sólo unos mocosos pero ya íbamos hasta el culo de tinta. Y corrimos a auparle, claro, junto a Gistau, a la peana de los primeros ídolos (y los últimos héroes: se cruzarían aún a un Batman resistiendo al desahucio). El resto, etcétera. Le pusieron la prosa a madurar en la vitrina de las grandes cabeceras, lo mismo que esos chuletones de asador fino, que maduran en un escaparate como si en vez de carne fueran un cartier de oro. Cosas que con un sanjacobo, pues no haces. La madurez ha consistido, como suele, en un ir despojándose. Y, en su caso, en ganar virtuosismo, y fijar el aroma de una ironía sin ganas de odiar. Y una cierta ternura que sostiene el milagro en Malaherba e insufla vida a cada línea. Luego está lo perenne. La timidez emboscada tras un flequillo agreste. Una expresión muy suya, de estar no sabemos si enfrascado en la cavilación o en Babia, pero que es parte del encanto. Y una distancia con la política, sana por más que desazone a algunos; el ojo siempre atento al disparate y al forro de astracán. Y se intuye por qué: por ahorrar el afecto para las cosas serias. Cuatro, cinco personas. Madrid y nada más. Sobremesas de amigos y de licor café, y de risa soplando desde una juventud que sigue ahí, a la vuelta.

1. ¿Cuándo le dan a uno el carnet de madrileño?

El único carnet que te pueden dar en Madrid, la ciudad sin carnets, es el de tonto. A mí me lo dieron el primer día cuando pedí un taxi para ir a la calle de al lado, y desde entonces vivo mucho más libre. Cuando se llega nuevo a un sitio hay que ser tonto cuanto antes porque siempre mejor que te vean tonto cuando entras que cuando sales.

2. ¿Qué es lo mejor de un gato? ¿Y lo peor?

Lo mejor es que se la suda muchísimo lo que haces con tu vida. Lo peor también.

3. ¿Dónde queda el ascensor para ir de Madrid al cielo?

En Barajas.

4. ¿Cuál es el último amanecer que ha visto o, en su defecto, el que no olvidará nunca?

El de la ciudad nevada. Me desperté a las seis de la mañana y pasé una hora con la cara pegada a la ventana viendo cómo un conductor, ajeno a la irrealidad, pretendía sacar el coche para ir a no sé dónde mientras a su lado la gente caminaba con la nieve por las rodillas. El ser humano es extraordinario, una verdadera máquina de esperanza.

5. ¿Una alcoba en el centro o un palacio en las afueras?

Yo necesito mucha gente, mucho ruido y mucha vida para poder disfrutar de mi soledad en condiciones. O sea que el centro, de momento, es el sitio en el que tengo que estar. Para poner la oreja, entre otras razones, que al fin y al cabo es de lo que vivo.

6. Desmiéntame un tópico sobre Madrid o los madrileños.

Que se le suda muchísimo tu vida.

7. Ahora, confírmeme otro.

Que es una ciudad extraordinariamente acogedora. Sé de lo que hablo: el lema de la mía es ‘Pontevedra é boa vila, da de beber a quen pasa’.

8. ¿Cuál es el mejor momento del año para degustar Madrid?

Una noche entre semana de mayo, una terraza tras pasear por el centro. Muchos amigos, desde luego más de seis. Y la risa infinita de esos momentos. Poder decir, cuando nos echan, eso de: «¡Cuánto reímos!».

9. ¿En qué rincón de la ciudad se cita con la nostalgia?

Me gusta mucho el ángel caído del Retiro. Sólo lo conocía por la portada de mi libro Irse a Madrid. Me lo enseñó Julián Lacalle, mi editor (y amante) de Pepitas de Calabaza. Han pasado casi diez años, una cantidad de tiempo escandalosa. Es un lugar muy bello, el Retiro en general: qué más nostálgico puede haber que un bosque en medio del cemento.

Ángel caído El Retiro
Monumento al Ángel Caído, parque del Retiro

10. ¿Para qué sirven unos Juegos Olímpicos?

No tengo ni claro para qué sirve el deporte, imagínate los Juegos. Pero hay pocos asuntos más maravillosos y que emocionen más. Ciertas cosas no tienen que servir para nada, lo que tienen que hacer es emocionar. Un jamaicano bajando de 9,6 segundos en cien metros sirve si lo tienes de guardia por la ciudad en plan Batman, y ya tiene que ser una noche movida, pero su verdadera dimensión, su absoluta naturaleza, es verlo en un estadio lleno. “He aquí el ser humano y éste es ahora su nuevo límite”.

11. ¿Qué le enamora más… de Barcelona?

Mis amigos barceloneses. Pocos pero leales como un ejército, como los de Bilbao.

12. ¿Quién es Madrid hecho carne?

Lo era David Gistau. Qué manera tenía de conocer, entender y escribir de Madrid. Lo que me lleva a otro amigo, Pedro Cuartango. Cada rincón, una historia.

13. ¿De qué piezas consta su día 10 en Madrid?

Procuro evitar el día 10 para ahorrarme el día 0 que viene después. Pero si es inevitable, y siempre lo es, consta de Lúa con Manu Domínguez y el resto de ‘Y?’, que es como Carretero bautizó al grupo en un golpe de genio. Al acabar, si hay fuerzas, una cena en Varela, un piso franco en Eduardo Dato o en Luchana, según como suba la marea.

14. ¿Cuál es el himno no oficial de Madrid?

Mañana de Mikel Erentxun cantado por Manolo Tena.

15. ¿Qué vista de Madrid le hace olvidar el mar?

Ésta es de Ray Loriga: el dry martini.

16. ¿Callos o sushi? Y, ya que estamos, ¿Lucio o DiverXo?

Por cocina, DiverXo. Por amigos, Lucio. Y los amigos ganan al estómago.

Restaurante DiverXo Madrid
Interior restaurante DiverXo

17. ¿Cuál es su rasgo más inequívoco de madrileñismo?

Comprar compulsivamente billetes de avión para ver a mi familia.

18. ¿A quién le alfombraría de claveles la Gran Vía?

A María Cuiña, Ana Cermeño y Miguel Barreiro porque estuvieron y se fueron, y los echamos de menos en Madrid.

19. ¿Hay vida más allá de la M-30?

¿Y dentro?

20. ¿Cuál es el secreto mejor guardado de su Madrid?

Chus del restaurante Curruncho, en Fomento. La amo casi tanto a ella como a su cocina. Marisco, godello y licor café. Ponme la final de Lisboa en la tele y ya puedes inyectarme Propofol como a Michael Jackson para dormirme despacio y en paz con el planeta y las gentes que lo poblaron.

21. ¿Y su último descubrimiento en la capital?

Lo mucho que necesitamos a los demás, como dice Edu Galán, uno de mis demás.

22. ¿Qué vez se dejó el corazón en Madrid, como Chavela?

Me lo dejé en las calles que paseaba dos horas al día sin mascarilla escuchando música cuando un virus asesino nos encerró en casa como a hamsters. No he vuelto a pasear por pasear, ni lo haré hasta que nos podamos sacar el puto bozal.

23. Lugar de Madrid en que ha sido más feliz.

Estación de Atocha, una tarde de 2016. Si me caso con ella no estaré más nervioso que ese día. Al llegar me dijo que en cuanto completase la palabra ‘capullo’ se iría con su amiga, y yo estaba tan nervioso que a la media hora ya tenía encima dos letras. Ahora llevo cuatro años resistiendo a la O.

Estación de Atocha
Estación de Atocha

24. Mejor lugar para aprender algo de un hijo.

El pañal. Ahí está la mejor lección: primero le limpias la mierda a él, con los años te la limpiará él a ti. Y así con tu pareja, con tu familia y con tus amigos.

25. Si se pierde, ¿dónde le encontramos?

En mi anterior vida, antes de la pandemia, me gustaba escaparme al Agrado en Ballesta cuando salía por la noche de la SER a tomar una copa yo solo, tranquilo, con el móvil apagado y sin pensar, disfrutando de absolutamente nada, pero disfrutando muchísimo de ese momento.