Logotipo 365 Smart Cities

José F. Peláez: «Lo de ‘más alto, más lejos, más rápido’ es una macarrada. Yo soy de Morante: ‘más bajo, más cerca, más despacio’»

«Madrid Q&A» es una indagación, en forma de cuestionario, sobre la relación personal de vecinos o visitantes de Madrid con la ciudad. Y, quien dice la ciudad, dice del Xanadú al pico de Peñalara: que Madrid, ya lo sabemos, no es tanto un callejero como un estado mental.

La modernidad no es el moderneo, del mismo modo que lo universal no es lo global. Leerle –además de un placer y una adicción–es educarse en estos discernimientos. Tal vez sean las nieblas del Pisuerga el celofán que les preserva del ridículo a ellos, los vallisoletanos, nuestros precursores en esto de la capitalidad, y les ha vuelto comuneros en armas contra la gilipollez. Él va y nos tira del faldón de la camisa, y nos recuerda que no nos la jugamos en las urnas de Wisconsin, sino en el surco, en esa humedad roja de la remolacha que sostiene a Castilla, que la va salvando en un gerundio alargado como un chicle: la España vaciándose, aún no del todo vaciada, cabrones. Nos gustaría tenerle aquí, en Madrid. Que nos ayudara a explicarnos, y que nos recordara el tiempo en que en cada plazuela y mercado de abastos madrileño se abría un retal de campo castellano. Pero se ve que esto del columnismo es, cada vez más, un bien de lujo. El Moët lo tiene uno en cualquier súper, y te hace el apaño si hay que regar a alguien desde un podio, o emborrachar a unas rusas en Ibiza. Pero si hay que beber, el Krug lo sirven sólo en El Norte de Castilla. 

1. ¿Cuándo le dan a uno el carnet de madrileño?

Yo es que soy de Valladolid y allí comenzamos a quemar carnets en cuanto comenzamos a llevar nuestro idioma y nuestra cultura a todo el planeta. Castilla, es decir, Valladolid y Madrid entre otros, es universal. Y cuando una cultura es universal, los carnets sirven de poco. Los carnets los dan, en todo caso, los demás, los que quieren dejar claro que no son como nosotros, que son diferentes. Pero es que nosotros eso no nos lo creemos y nos da igual, es como un adolescente tomándose el frasco de pastillas para llamar la atención. Cuanto más quieren alejarse, más los quiero acercar. Sobre todo, a esos paletos a los que se les acaba la identidad donde se les acaba el rabillo de la boina. O el pico de la barretina, vamos.

Dicho esto, a mi, el carnet me lo dieron la primera que vez que vine, de niño, con mi padre en el tren. Madrid me fascinó. Mi familia me enseñó a quererla y a sentirme en casa aquí desde el primer momento. Madrid es casa.

2. ¿Qué es lo mejor de un gato? ¿Y lo peor?

Yo creo que he conocido solo a un gato-gato, un pura sangre, de los de cuatro abuelos madrileños y tal. Pero entendiendo gato como madrileño, sin pureza ni falta que hace, lo mejor es su cinismo, su comprensión hacia casi todo, su indiferencia, su falta de fanatismo. Me encanta esa falta de gravedad de Madrid, ese aparente desinterés hacia casi todo. Es un estoicismo muy inteligente.

En cuanto a lo peor, su egocentrismo. Realmente, a Madrid solo le interesa Madrid. Si no pasa en Madrid es como si no importara, como si no existiera, y esto lo veo yo como columnista. Da igual lo que escribas, si tu medio no es madrileño, para Madrid es como jugar en segunda. Hay un cierto de sentimiento de superioridad y es absurdo. Al ver al resto de España como ‘provincias’ llenas de ‘provincianos’, Madrid demuestra su enorme provincianismo. Un poco más de humildad no vendría mal. Más que nada porque en cuanto puede, Madrid sale en estampida a ‘provincias’.

3. ¿Dónde queda el ascensor para ir de Madrid al cielo?

En mi opinión ese ascensor está en los bares. Madrid son sus bares, pero los castizos, los de barra de acero inoxidable y camarero cachondo, cómplice, con esas cañas minúsculas que desde el primer momento me pusieron de mala leche. He vivido historias maravillosas en los bares, la hostelería madrileña solo es comparable a la sevillana en cuanto a dedicación, a saber hacer, a entender perfectamente qué venden en realidad. Y no, no es cerveza. Por decir uno, me viene a la cabeza el Sanlúcar, donde invito a comer a Nieto Jurado en cuanto tengo ocasión. Es un tipo divertidísimo y lo disfrutamos mucho.

4. ¿Cuál es el último amanecer que ha visto o, en su defecto, el que no olvidará nunca?

¿En Madrid? Supongo que la última vez sería en Barajas, en uno de esos vuelos baratos que ya parecen animales mitológicos. Con mi hija, probablemente. Mejor compañía imposible. El que no olvidaré nunca también fue en un avión, viniendo de California vi amanecer varias veces aunque ahora que lo pienso, no sé cómo eso es posible. Íbamos más rápido que el sol. Éramos como Ícaro.

5. ¿Una alcoba en el centro, o un palacio en las afueras?

Yo no sé conducir, por lo que lo de las afueras lo vamos dejando por imposible. A mi me gusta mucho el centro, necesito esa vida, esa actividad frenética, la posibilidad constante de que pasen cosas, la sensación de estar caminando por encima de la historia, de un escenario en el que ha pasado casi todo. Cuando vives así, sintiéndote parte de la historia, siempre estás en un Palacio.

6. Desmiéntame un tópico sobre Madrid o los madrileños.

Mucho teatro, mucho musical, mucha cultura y mucha Gran Vía, pero aquí nadie va luego a nada. No sé por qué fardan tanto de tener de todo si luego nadie hace nada.

7. Ahora, confírmeme otro.

Es gente realmente agradable, simpática, hospitalaria. Todo el mundo te ayuda, hay un compadreo total y noto mucho menos clasismo que en otros lugares. Quizá haya elitismo, pero no clasismo.

8. ¿Cuál es el mejor momento del año para degustar Madrid?

Mayo en Madrid es un espectáculo. Vengo de un lugar donde la primavera es una mentira sostenida por las generaciones, como los Reyes Magos, pero es que en Madrid la primavera es cierta, hay una estación idílica que va más allá de lo atmosférico y que trae una explosión total de felicidad y hace que Madrid se eche a la calle, a las terrazas, a la vida social. Las chicas también explotan de belleza de repente, de un día para otro. Los chicos nos miramos con cara de: «¿Pero tú has visto eso?». 

9. ¿En qué rincón de la ciudad se cita con la nostalgia?

Tengo recuerdos en muchos puntos, me han pasado cosas por todos los sitios. Pero, por decir uno, recuerdo lo que era Malasaña y en lo que se ha convertido. Esa zona la tengo repleta de recuerdos. Y también de olvidos, por motivos evidentes. Echo de menos el Malasaña de principios de los 2000. Ha llovido mucho desde entonces y ha cambiado totalmente. Es una caricatura, como si el barrio estuviera imitándose a sí mismo.

10. ¿Para qué sirve una olimpiada?

Para mostrar una marca. Es decir, para atraer turismo, inversión, para convertirse en una aspiración global. Aunque eso de «más alto, más lejos, más rápido» siempre me ha parecido una macarrada. Yo soy de Morante: «Más bajo, más cerca, más despacio». Qué ganas de volver a Las Ventas, habría que hacer unas olimpiadas de toros. Lo hablaré con Cardelús.

11. ¿Qué le enamora más… de Barcelona?

Nunca me he hecho a Barcelona, no la comprendo del todo. El mediterráneo me resulta ajeno y las ciudades tan turísticas me alejan un poco. Pero, por decir algo, el olor de la crema de las chicas de Sant Gervasi. Todas las pijas huelen igual en cualquier parte del mundo. Es el olor del ADN bueno.

12. ¿Quién es Madrid hecho carne?

Madrid es un invento de Umbral, como el siglo XIX es un invento de Balzac. Umbral inventó Madrid e inventó La Movida. Umbral es la fascinación por Madrid, es una mirada de niño lleno de asombro por todo. Y al crear la ciudad, pues se hizo carne y habitó entre nosotros. Se pasó el juego. Siempre hay un vallisoletano haciendo Madrid, claro. El primero fue Felipe II.

13. ¿De qué piezas consta su día diez en Madrid?

En este momento tengo unas ganas enormes de irme de cañas un día entero, desde por la mañana. Uno de esos días eternos con cuatro amigos, muchos abrazos y muchas risas. No voy a contarte las piezas concretas porque todo lo que te puedo decir es malo para la salud. Pero en condiciones normales también habría visita a Prado, al Gijón, al Reina, bocata en el Brillante, galerías por Doctor Fourquet, comida en Coque, visita a Richelieu y, por ejemplo, a ver a Faemino y Cansado en Galileo. Y lo que surja. Ya no está Embassy ni Balmoral, pero puestos a soñar, me pasaría a saludar a Umbral y a Gistau, respectivamente. Un respeto.

14. ¿Cuál es el himno no oficial de Madrid?

‘Gallito’, el pasodoble que suena del día de San Isidro en homenaje a Joselito. Como escarpias, oiga.

15. ¿Qué vista de Madrid le hace olvidar el mar?

Los frescos de San Antonio de la Florida. Me parece una bestialidad.

16. ¿Callos o sushi? Y, ya que estamos, ¿Lucio o DiverXo?

Depende cuándo y con quién. Pero, en líneas generales, DiverXo. Tengo unas ganas de ir increíbles. David Muñoz merece mucho mas respeto del que algunos le tienen. Y tengo muy buenas referencias. A ver si se me logra.

17. ¿Cuál es su rasgo más inequívoco de madrileñismo?

Me sé el metro.

18. ¿A quién le alfombraría de claveles la Gran Vía?

A mi hija Lucía, que se lo merece pero siguiendo la alfombra por Alcalá hasta la puerta grande de Las Ventas. Y de ahí a hombros al Wellington. De bañarme con vinillo de Jerez ya me ocupo yo solo. En La Venencia, probablemente.

19. ¿Hay vida más allá de la M-30?

Sí, claro. Muy fan de La Elipa.

20. ¿Cuál es el secreto mejor guardado de su Madrid?

Los hoteles. Los madrileños no suelen conocer los hoteles de su ciudad, por motivos evidentes. Pero yo me conozco unas cuantas decenas y es una maravilla ese aislamiento de la realidad que se consigue en el mismo corazón de la ciudad. Antes me bastaba con que estuvieran bien situados. Ya no. Ahora no vagabundeo días enteros, contemporizo mis planes, paso mas tiempo en el propio hotel y por eso necesito una habitación decente, con sitio para escribir, para leer, para trabajar, un servicio de habitaciones, un entorno, un bar, un restaurante. Y poso. Y fantasmas. Y es que si vas a escribir, el hotel se pega al estilo. Y también se pega el estilo del resto de huéspedes, de esos que te cruzas en el ascensor y te hacen sentir mejor de lo que eres. Cuando estas hospedado en un hotel unos días, se generan complicidades en el desayuno, en el ascensor, en el hall cogiendo la prensa, en la soledad de la cena. Yo ya no quiero generar complicidades con según quién, que me conozco, se comienza generando complicidades equivocadas y se acaba bebiendo prosecco con el meñique estirado.

21. ¿Y su último descubrimiento en la capital?

El confinamiento ha limitado mucho mis visitas. Estuve hace un par de semanas y redescubrí la Cuesta de Moyano. Una maravilla para cualquier friqui de los libros.

22. ¿Qué vez se dejó el corazón en Madrid, como Chavela?

Siempre dejamos un poco el corazón en Madrid cada vez que nos vamos. Y lo encontramos cuando llegamos, esperándonos exactamente en el lugar donde lo dejamos. Madrid es inabarcable. Y un coñazo, también. Las distancias. No me acostumbro a no poder improvisar.

23. Lugar de Madrid en que ha sido más feliz

Comiendo un cocido en Malacatín recién llegado de una semana trabajando en Londres, creo. No se puede ser más feliz. Esa luz taciturna de una sobremesa infinita, esa sensación de estar emborrachándose, ese calor del vino de Ribera, claro, la frescura del aire al salir a la calle. Y Madrid ahí, esperándote y diciéndote que te arrimes si tienes lo que hay que tener. Que queda toda la noche por delante. Y siempre pasa algo. Ufff.

24. Mejor lugar para aprender algo de un hijo

En El Prado y aquí si que no tengo ninguna duda. Solo sé lo que pienso de un tema cuando escribo de él y pasa algo parecido cuando intento enseñar a mi hija quienes somos como país, como familia, incluso como personas. Ahí es cuando he conseguido aprender quien soy yo, porque el arte no es una experiencia estética, se trata de todo lo que surge entre tú y la obra. Lo que se interpone. Ese espacio es el espacio que se busca. Y en ese espacio, enseñando a mi hija, he aprendido todo de ella y, de paso, de mí. Sus preguntas me han dado muchas respuestas que no me había planteado. He llegado a llorar viendo Las Lanzas con ella. El dia anterior habíamos estado en Breda y…en fin. Son experiencias únicas.

25. Si se pierde, ¿dónde le encontramos?

Nunca me pierdo. Estaré fingiendo. Insiste. Hazme caso.