Irene Villa

Irene Villa: «El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional»

El pasado domingo, 17 de octubre, fue el “cumpleaños” de Irene Villa y su madre, María Jesús. Esa misma fecha, hace treinta años, fueron víctimas de uno de los atentados que más ha marcado la historia de nuestro país. Renacieron aquel día y, desde entonces, viven la vida con una filosofía de ilusión y perdón.

Madre, deportista, periodista y psicóloga, disfruta de un momento feliz con sus hijos y de los proyectos de la Fundación Irene Villa, junto a su hermana. Hablamos con Irene sobre aquel coche-bomba que cambió su vida, sobre deporte, familia y la Fundación Irene Villa en La Azotea de Madrid365.

 Treinta años de aquel 17 de octubre, el día que cambió vuestras vidas, ¿es un nuevo cumpleaños?

Pues fíjate que celebramos cada 17 de octubre. Hacemos una fiesta porque es un día de renacimiento y este año con más motivo, porque tres décadas después aquí seguimos con más alegría e ilusión, con una madre que tiene una vitalidad increíble a sus 70, 30 años de vida extra. Así que muy felices, la verdad, dando gracias todos los días. 

 ¿Cómo afrontas el hablarlo cada vez que se te pregunta sobre ello?

Pues una vez que asumes lo que te ha pasado y aceptas tu discapacidad o la situación que te ha tocado vivir, deja de ser duro. Yo creo que al final la vida son adaptaciones. Eso que tanto se nombra – y es propio del ser humano – que es la resiliencia, te obliga a adaptarte, a continuar, a aceptar lo que no puedes cambiar. Y de ahí en adelante tienes que enfocarte en lo que sí que está en tu mano y en las cosas positivas que tienes por delante.

¿Qué sientes cuando ves las imágenes?

La verdad es que las imágenes no me impresionan porque me las mandó el fotógrafo. Tengo incluso las del quirófano que las pongo en mis conferencias para concienciar a la gente de lo que ocurrió, de la salvajada que es el terrorismo y de cómo un médico pudo ver vida en ese trozo de carne -y encima tres vidas más que son mis tres hijos-. Así que como es un milagro, pues yo lo cuento y no me importa ver las imágenes. Es más, el otro día estaban mis hijos, conmigo, en una conferencia en Soria, y les dije que se taparan los ojos… pero claro, son pequeños y al final vieron algo de sangre y del cuerpo.

De todas formas, saben que estoy aquí, que estoy viva, y al final las imágenes no les duelen porque estoy aquí. Cuando hay víctimas del terrorismo que no han tenido la suerte que he tenido yo, es mucho más dramático.

¿Cómo fue cuando se lo contaste a tus hijos? ¿Cómo es el momento de explicarles lo que les había pasado a su madre y a su abuela?

Pues un día, Carlos, cuando apenas tenía cuatro años, me preguntó que por qué no tenía pies. Me hizo mucha gracia cómo me lo dijo y fue su padre quien se lo contó. Le dijo: mira, mamá y la abuela fueron víctimas de un ataque porque antes había asesinos que querían la independencia de una parte de España”. Un año más tarde, Carlos vio una bandera de España y me preguntó: «¿es por esto que no tienes piernas? Y yo pensé, «madre mía, con lo que se ha quedado este niño». (Risas). La verdad es que los niños te dejan alucinada.

Al final, los niños son nuestros maestros y todo lo asumen y quieren saber. No se les puede engañar. Sinceramente, la verdad solo tiene un camino y yo intento hablarles como si fueran adultos pequeñitos.

 Se dice que el hijo del responsable de aquel 17 de octubre te pidió perdón…

Mucha prensa ha tergiversado un poco este tema; fue el hijo de uno que se arrepintió en el año 77, cuando salió de la cárcel.

Jon Viar es un director de cine que ha hecho un documental, ‘Traidores’, apoyando a las víctimas y haciendo ver a la sociedad vasca que ni el terrorismo tiene sentido ni el nacionalismo tampoco. Y que no se puede asesinar a la gente, ni ser tan agresivo y malvado como lo fueron los etarras, destrozando familias e incluso a toda la sociedad vasca emocionalmente y a toda España.

Entonces él ha hecho un trabajo maravilloso a favor de la memoria, de la dignidad y de la justicia, porque su padre cumplió condena. Estuvo en la cárcel y cuando salió por la ley de Amnistía dijo que ya no quería pertenecer a ETA, que eso era una salvajada. En este sentido, ojalá todos los etarras pensaran igual que él. 

Si tuvieras que decirle algo al responsable de ese coche bomba, ¿qué le dirías? 

Pues le diría que no han conseguido nada y que jamás la violencia va a ser ninguna forma de conseguir nada.

¿Cómo has conseguido mantener la fe y la esperanza?, algo que es algo muy valioso para ti

La esperanza creo que es el motor de la vida de cualquier persona. De hecho, en este año tan difícil para todos, como ha sido la crisis sanitaria que ha generado la Covid-19, nos hemos agarrado a la esperanza, a un futuro mejor, a reinventarse, a tener una actitud proactiva, a ser más flexibles, a adaptarnos a la nueva situación, a tener que cerrar tu negocio pero abrir otra cosa, a volver a la vida. 

Todos, absolutamente todos, vamos a sufrir en la vida. Vamos a vivir dos o tres acontecimientos traumáticos a lo largo de nuestra vida, la pérdida de un ser querido, por ejemplo. El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Yo me dedico a ayudar a la gente a que no sufra, porque al final sufrir es tiempo perdido. Es malgastar tu vida en algo que ya no tiene solución.

Yo he podido ir a donde fue el atentado y, de hecho, ahí celebramos los aniversarios, los cumpleaños, cuando me quedé embarazada… porque es muy significativo, donde casi me matan, ahí es donde celebro la vida.

Al final yo creo que a todo hay que darle la vuelta, pero sobre todo si es algo traumático y dramático más todavía. Y tener ese recuerdo de esa persona que ya no está, sentir su energía, su luz, su espíritu, que yo estoy convencida que nos acompaña y por ello tenemos que seguir adelante, porque esa persona que se ha ido no quiere vernos hundidos.

A mi se me fue mi mejor amiga, mi compañera de esquí, hace dos años ya, y la verdad que la siento cerca y le pido cosas y me las concede y yo “Esther, gracias”. Entonces yo creo que hay que darle siempre ese enfoque.

¿Hay algo que hayas hecho estos años que antes no te hubieses atrevido?

Pues mira, yo creo que todo lo que he hecho se lo debo a ese renacimiento y mucha gente que ha pasado un cáncer me dice lo mismo. Mi felicidad, mi vida, mis ganas de vivir, mi maratón, mi reto, se lo debo al atentado.

Por ello, mi mensaje siempre es que ojalá no tengas que pasar un cáncer, un atentado o algo muy tremendo para exprimir la vida, porque es una y pasa muy rápido.

¿Qué le dirías a la Irene de hace 30 años? 

Pues mira, a mí todo el mundo me decía ánimo, no estáis solas. Eso ha sido fundamental. Todo ese apoyo fue impulso y fue aliento, eso ha sido básico. Pero también le diría «no tengas miedo porque vas a lograr todavía mucho más de lo que te imaginas».

¿Tenías mucho miedo? 

Bueno, al principio, la primera pregunta que le hice a mi padre fue: ¿y quién me va a querer? Claro, era una adolescente, pues lógicamente te miras y dices: pero, ¿a este trozo de carne quién la va a querer? Y luego te das cuenta de que fue al revés, fui la primera que tuvo pareja de mis amigas, he tenido tres hijos… es decir, he tenido parejas y he sido muy feliz y lo sigo siendo, por supuesto.

Todos los límites y los miedos están en la cabeza y hay que vencerlos. Y yo creo que gracias a las cosas negativas te obligas a sacar tu mejor versión y eso es impagable.
Yo creo que ese es el camino que todos tendríamos que seguir sin que te pase nada terrorífico, pero al final es así. Cuando te pasa algo malo no te queda otra opción. Uno no sabe lo fuerte que es hasta que ser fuerte es tu única opción.

¿Cómo viviste el tema de la prensa?

A día de hoy sigue habiendo mucha gente que me reconoce por la calle y todavía no soy consciente, 30 años después. Trabajo en medios, doy conferencias, escribo libros… y, por ese lado, lógicamente hay un reconocimiento y un cariño que vienen genial, pero nunca he tenido esa sensación de «famosa». Aunque, que en lugar de “tú eres la niña de atentado”, me digan “te leo”, pues me encanta.

Por otro lado, nunca he sentido el acoso de la prensa. Lo he llevado siempre, como todo en la vida, con mucha naturalidad, igual que la discapacidad, igual que las parejas, igual que los cambios en mi vida. Al final ,yo creo que esa es la base de una vida feliz: ser práctico, natural y auténtico.

Hablando de libros, ¿cómo surgió la idea de sentarte a escribir?

Pues fue a raíz de mi primer trabajo en Radio Nacional con Nieves Herrero. Ella fue la que me dijo «tienes que escribir un libro» a lo que yo le contesté: «pero, ¿por qué voy a escribir un libro?, si yo soy lo más normal del mundo». Pero luego pasé por un bache emocional por culpa de una ruptura y dije «pues sí, voy a escribir algo para cuando alguien esté en esta situación: un desamor, una ruptura, la pérdida de alguien, esa sensación de no poder con la vida. Algo que a mí me inspire, que dé ilusión». Y por eso escribí ‘Saber Que Se Puede’

¿Cómo se enfrenta Irene Villa al folio en blanco?

Pues la verdad que me cuesta, cuesta mucho escribir cuando no te sientes una Julia Navarro. He conocido a escritoras increíbles que dicen “a mi me llega todo”. Por ejemplo, Carme Chaparro me decía el otro día: “a mí me llega solo y al final la historia manda en mí”. A mí no me pasa. Yo tengo que generarla, estudiarla, programarla y hacer esquemas. Y me cuesta, me cuesta. De hecho, ahora quieren que escriba otro libro. Pero ahora mismo prefiero irme de viaje y estar con mis hijos a escribir.

Escribir requiere mucha disciplina, mucho trabajo y volverte un poco loca para sacar algo bonito y decente. Y bueno, una persona como yo, que es bastante perfeccionista, pues por ejemplo mi último libro, ‘Los Ochomiles De La Vida’ me costó bastante.

Otra de tus facetas es la de deportista. ¿Qué ha supuesto el deporte en tu vida?

El deporte ha sido mágico porque es un antes y un después en la vida de cualquier persona. Aumenta tu calidad de vida, te sientes mejor en tu cuerpo, te sientes más libre y con mucho más flexibilidad. Yo ahora hago pilates, hago yoga, monto en bici, escribo, sigo compitiendo tras quince años…

Creo que todo el mundo que tenga una discapacidad debería hacer deporte, es obligatorio estar en forma porque te ayuda a coger la silla de ruedas, subir un escalón, montar en el coche. Al final, el deporte es vida.

Este puente has estado por Santiago de Compostela, ¿verdad? Cuéntanos.

Con la Fundación Irene Villa hemos hecho el Camino de Santiago, como cada año. Ha sido maravilloso el poder hacerlo con mis hijos, que fueran voluntarios empujando las sillas, ayudando, echando una mano… Para mí, que aprendan deporte, solidaridad, amor y compañía me parece algo básico para su vida. Entonces yo les estoy educando como creo que es fundamental para que no se nos ponga nada por delante y para que sean felices.

¿Cuántas veces has hecho el camino? 

Pues esta ha sido la tercera ya y lo voy a seguir haciendo.

 ¿Y qué sientes cuando lo haces?

Pues es un camino lleno de espiritualidad, amor, entrega y sacrificio. Hay momentos duros, pero te ayudan, en otros momentos ayudas tú. Y, llegar a la plaza del Obradoiro y que la gente rompiera en un aplauso infinito fue precioso.  

Ya que estamos por el norte, vámonos a la tierra vecina. Te gusta mucho Asturias y su Descenso del Sella, ¿qué te vincula con la tierra de Don Pelayo?

Muchísimas cosas me vinculan a Don Pelayo, a Gijón. Una de ellas es Gaspar Rosety: siempre que voy a la playa de San Lorenzo me acuerdo muchísimo de él y, bueno, hablo con él también, porque ya te digo que para mí están vivos en nuestro corazón y en Gijón tengo al padrino de mi hijo.  

Y, luego, voy al Descenso del Sella todos los años, porque esa actividad es maravillosa. Vamos un voluntario y una persona con discapacidad. Este año no había tantos voluntarios por la Covid-19, así que a mí me tocó con otro chico con discapacidad y quedamos terceros. Nunca una mujer había hecho podio en el Sella y otra chica fue Plata -una chica de Zaragoza que también tiene una discapacidad y rema-. Fue algo histórico porque en el podio siempre han estado hombres, sobre todo padelistas y piragüistas

 ¿Cómo surge la Fundación Irene Villa y qué es lo que hacéis? 

Nuestra fundación lleva ya unos seis años. Se le ocurrió a Juan Pablo, mi exmarido, tuvo mucho apoyo de Gaspar Rosety y mucha gente le animó y le ayudó. Ahora es mi hermana la directora, y estoy muy orgullosa de ella, porque tiene unas ideas maravillosas y está totalmente entregada. Creo que por fin ha podido dar cerrojazo a ese ciclo tan terrible que se abrió hace 30 años y por fin veo que le da un sentido a tanto dolor, ayudando a otras personas. Al final hay que darle la vuelta a lo que nos ocurre y hay que encontrar un sentido o te vuelves loca. 

Es un proyecto precioso, sinceramente. ¿Hay alguna iniciativa a la vista?

Pues ahora acabamos de venir del camino y vamos a hacer un evento solidario muy bonito el 11 de diciembre, en Silk, para el cual espedo que nos ayude mucha gente y así poder financiar lo que viene el año que viene: esquí, piragua, buceo, caballos, terapia con animales, en hospitales…

¿Es importante el animal en las recuperaciones?

La terapia con animales es mágica, potencia lo mejor de los niños, por ejemplo, con autismo o con discapacidades de lesión cerebral. Y, en concreto, tenemos un proyecto con caballos que es muy bonito.

 Y ya, aprovechando que se han puesto las luces de Navidad, ¿Qué hará Irene Villa las próximas navidades?

Pues celebrarlo con mis niños y viajar, lo de siempre. Cuando tenga a los niños estaré con ellos y cuando no estemos juntos pues viajaré. Aún no sé a dónde, tengo que buscar. 

 Finalmente, ¿cómo compaginas todo?

Pues desde que me separé de mi marido, los niños están una semana conmigo y otra semana con su padre. Así se facilita bastante la logística para los dos. Y mis hijos están felices tanto cuando están con él como cuando están conmigo. Así que no puedo pedir más a la vida.