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La Latina Cava baja Madrid centro

La Latina más antigua y festiva

El barrio de La Latina es famoso por ser la primera opción que viene a la mente cuando se plantea una quedada con amigos, pues ya sea fin de semana o día laborable, sus calles, bares y terrazas siempre están repletas del mejor ambiente de la ciudad. 

Ubicado en el distrito centro, La Latina no es un barrio en sí mismo, sino que pertenece a uno más grande, de hecho el más grande a nivel de extensión de cuantos coexisten en la capital: Palacio

Ocupa la mayor parte de lo que fue la distribución medieval, y por tanto primigenia, de la ciudad. Con plazas amplias y calles estrechas, este barrio casi limita con los recintos amurallados de las antiguas ciudadelas.

Y aunque todos habrán tomado cerveza en sus mercados, admirado sus pintorescos y únicos edificios o tropezado con unos adoquines que, a juzgar por su aspecto y torpe disposición, cualquiera diría que no se renuevan desde la conquista de Granada, lo que pocos saben es que La Latina recibe su nombre de una de las mujeres más inteligentes y valoradas del siglo XV: Beatriz Galindo.

Beatriz Galindo, alias La Latina

Escritora y humanista, Galindo fue la instructora de Isabel la Católica y sus hijos en materia de latín y gramática. Y aunque es un dato que en nuestra actualidad no debería sorprender gracias a los avances en materia de igualdad y feminismo, en el siglo XV era un puesto exclusivamente reservado para hombres.

Pintura de Beatriz Galindo.

Nacida en Salamanca allá por el 1465 -la fecha no está del todo corroborada por historiadores-, destacó desde muy pequeña por sus habilidades con el léxico latino, que, por aquel entonces, era la lengua culta en la que se escribían los libros. Sin embargo, como toda mujer de la época medieval, la educación y la cultura iban de la mano de la religión, por lo que sus padres decidieron destinarla a un claustro. 

La fama de esta mujer que traducía y escribía en latín de forma magistral se extendió por el reino y comenzó a ser denominada como “La Latina”. Su nombre y maestría llegó a los oídos de Isabel la Católica, que requirió de su presencia inmediata en palacio. 

Además de su intelecto y conocimiento, también es famosa por haber fundado el Hospital de la Latina en 1499. Esta edificación se derribó en 1904 para poder ensanchar la calle de Toledo y, en la actualidad, parte del solar lo ocupa el famosísimo Teatro de La Latina. 

Una mujer brillante que, sin duda, ha tenido su eco en la posteridad, pero, ¿qué más cosas caracterizan a este pintoresco barrio?

El Rastro, mercadillo por excelencia  

Un rito ineludible en la vida de un madrileño es acudir los domingos al famoso Rastro. Desde la Plaza del Cascorro, bajando la calle de la Ribera de Curtidores, semanalmente aguardan un centenar de puestos en los que se puede encontrar desde ropa hasta productos de artesanía, libros, discos y mucho más.

El origen del rastro es, cuanto menos, desagradable, y es que esa zona en la que hoy transitan sin parar turistas y residentes era el lugar en el que se encontraban las curtidurías, muy cerca del matadero. Así pues, en el traslado de las reses de un emplazamiento a otro, iban dejando restos de sangre por el camino, y de ahí El Rastro. 

Por suerte, casi nadie piensa en la truculenta historia mientras disfruta de un domingo al sol en El Rastro, y, después de su compra, tiene apetito de probar alguna tapa por los aledaños del mercadillo. Las calles laterales están repletas de coquetos bares donde saciar el hambre del medio día, así como de lugares estupendos para tomar una buena cerveza. Todos, y digo todos, son una buena opción, aunque si algo destaca por encima del resto es el Mercado y la Plaza de la Cebada. 

Fachada del Mercado de la Cebada visto desde la plaza de nombre homónimo.

El Mercado de la Cebada

Con sus seis coloridas cubiertas abovedadas, nadie diría que el Mercado de la Cebada lleva en la misma ubicación desde el siglo XVI. Lo que comenzó como unos pequeños puestos al aire libre fue dando paso, en los siglos posteriores y con el aumento de población, a uno de los principales mercados de la ciudad. 

Sin embargo, el edificio que se conoce en la actualidad no tiene tantos siglos, ya que, debido a problemas higiénicos, la construcción inicial se derribó en 1956, volviendo a levantarse uno nuevo dos años más tarde.

A día de hoy, el Mercado de la Cebada cuenta con dos plantas de uso comercial con los puestos típicos de abastecimiento: pescadería, carnicería y frutería. Además, tanto en los establecimientos interiores como en los exteriores, el visitante puede encontrar floristerías, librerías, tiendas de decoración, alguna que otra de ropa y, por último, acogedores espacios en los que disfrutar de buenos vinos y cervezas artesanales. 

Fuera, la plaza de la Cebada también está repleta de las mejores terrazas de la capital y, aunque este año no vaya a ser posible, en sus inmediaciones se celebra la aclamada fiesta de la Paloma. 

Las fiestas de la Paloma

España se encuentra innegablemente marcada por una tradición religiosa y católica que deviene de nuestros antepasados, creencias que, con el tiempo, han dado lugar a festividades importantes y marcadas en rojo en los calendarios. La fiesta de la Paloma el 15 de agosto es un buen ejemplo de ello. 

Aunque este año el coronavirus nos ha obligado a celebrar los eventos de puertas para dentro y con el menor número de personas posible, la expectativa que ronda en torno a esta festividad se quedará en el corazón de los madrileños. Y qué mejor año que este para recordar de dónde viene aquella tradición que hoy se ha convertido en alegría, amigos y mucho alcohol.

Imagen de la procesión de la fiesta de la Paloma. Europa Press.

Cuentan que, en la segunda mitad del siglo XVIII, unas monjas descubrieron de forma misteriosa en un corralón una pintura enmarcada en madera y de autor anónimo. Inicialmente, debido a la expresión seria y solemne de la imagen, decidieron llamarla la Virgen de la Soledad. Por petición vecinal, y ante semejante aparición, acordaron exponerla en la calle de la Paloma para que todos los residentes pudieran disfrutar de ella. 

Sin embargo, lo que comenzó como una simple imagen adorada por vecinas de profunda creencia religiosa, se terminó por convertir en un icono que atraía a madrileños y visitantes. Dado que pocos conocían el nombre que las descubridoras habían designado al cuadro pero sí la calle a la que habrían de ir para su encuentro, pasó a denominarse la Virgen de la Paloma. 

Así fue como el trasiego de curiosos fue dando, poco a poco, paso a una de las verbenas más famosas de Madrid que, por supuesto, se celebra en el barrio de La Latina, en las inmediaciones de la plaza de la Cebada y la calle de Toledo, una de las famosas vías de la ciudad que desemboca en la popular puerta de nombre homónimo. 

De Toledo a La Latina

El primer -o último, depende cómo se mire-, punto de La Latina es la Puerta de Toledo. Erigida en 1813 en honor al monarca Fernando VII y como conmemoración de la independencia española ante la ocupación francesa, fue la última puerta monumental construida en el antiguo recinto de Madrid

Antes de esta hubo otras dos puertas con el mismo nombre, ¿que por qué? Cuando la primera de ellas se levanta en el siglo XI, lo hace en las inmediaciones del ya nombrado Hospital de la Latina, punto desde el que partía el camino que llevaba a la ciudad toledana. Pero Madrid, en aquellos momentos, era un proyecto de urbe que iba expandiéndose y creciendo, por lo que, con la extensión del territorio y el aumento de población, las puertas se iban desplazando progresivamente. Ya en el siglo XVII esta primigenia fue derruida y cimentada en lo que hoy es el terreno en el que se encuentra Matadero.

Sin embargo, la historia de la puerta que se conoce en la actualidad comienza a fraguarse con la invasión napoleónica, y es que José Bonaparte ordenó la construcción de una entrada a la ciudad a través del antiguo camino de Andalucía. Pero claro, sucede que, tras la expulsión del francés, los madrileños desistieron de la orden. En su defecto, se contrató al arquitecto Antonio López Aguado para que, ahora sí, construyera un arco triunfal dedicado a Fernando VII.

Para que quedara completamente evidenciado el motivo de tal obra, el arco fue coronado por un grupo escultórico de piedras que, en su centro, representan a la patria portando el escudo de armas de Madrid y, a los laterales, una serie de trofeos militares que pretenden inmortalizar la victoria contra los franceses. 

Tradición, historia y buen ambiente han hecho de este barrio un punto de referencia para residentes y visitantes. Quizá sea el mejor lugar para pasar un domingo, quizá para conocer más sobre un pasado remoto: La Latina es el fiel reflejo de que en Madrid la vida se disfruta  desde hace siglos.

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