Logotipo 365 Smart Cities

Ana Iris Simón: «Me largué de Madrid de mala manera, como quien deja al novio por WhatsApp»

«Madrid Q&A» es una indagación, en forma de cuestionario, sobre la relación personal de vecinos o visitantes de Madrid con la ciudad. Y, quien dice la ciudad, dice del Xanadú al pico de Peñalara: que Madrid, ya lo sabemos, no es tanto un callejero como un estado mental.

Vamos a ver cómo explicamos esto. Feria (Círculo de Tiza, 2020) es muchas cosas. Es, en primer lugar, La Mancha. Que no es algo muy distinto a Madrid, sino el olor del viernes según pasas Atocha. Podríamos decir que es a la vez Madrid y anti-Madrid, un imposible metafísico o un tertium datur, me estoy haciendo un lío de cojones. Metafísica aparte. La Mancha es ese queso y ese bote de pisto que te acaban de meter en el maletero sin que te des cuenta, los hay plastas y luego está tu madre, se oirá esta noche en Fuenla. Nada que no pase, por otro lado, en Burgos o Timbuktú. Y eso nos lleva a lo segundo que es Feria: un despertar generacional. A la edad en que nuestros padres engendraban hijos, nosotros engendramos la sospecha de ser muy pringados. Y entonces oímos a una niña, repelentusa y adorable, que nos habla de Ontígola y de Campo de Criptana. Pueblos donde los motes vienen en formato familiar, los Simones, los Bisuteros, porque hasta llevar mote es algo que allí se hace en familia. Y uno lo visualiza. Ciento y la madre, primos y tíos abuelos bajo un mismo techo, una bendita bulla en torno a las calderetas de cordero (dos, concretamente: con picante y sin). Manos que lustran lápidas y amortajan como guisan y acunan, se santiguan, riegan los cuatro tiestos de la portá. Gestos acompasados con la vida, como Dios acompasa sus liturgias. A uno le lleva años, pero al final lo entiende: era eso. Y ese día en que Atocha, Moncloa o el Pirulí quedan atrás, ya sin vuelta a la vista, Madrid nos lanza un guiño de comprensión y afecto por el retrovisor.

1. ¿Cuándo le dan a uno el carnet de madrileño?

Cuando se sabe las líneas de Metro y no es por colores sino por números. Cuando maneja los autobuses le otorgan, además, el carné de madrileño premium.

2. ¿Qué es lo mejor de un gato? ¿Y lo peor?

Lo mejor de los gatos es que para ellos no existe el equivalente madrileño al charnego de Cataluña ni al maketo del País Vasco. Lo peor, que a veces nos echan la culpa a los manchegos de decir «ejque» y «ejcalera» —o lo que es peor: niegan hacerlo— y que reducen Madrid a la ciudad, olvidándose a veces de lo que hay alrededor, que es maravilloso, de Aranjuez a Cercedilla.

3. ¿Dónde queda el ascensor para ir de Madrid al cielo?

No sé dónde queda, pero sospecho que abre las puertas los días de diario por la mañana, que es cuando Madrid se parece más a lo que realmente es: un poblachón convertido en capital de Corte que nunca aspiró mucho a serlo.

4. ¿Cuál es el último amanecer que ha visto o, en su defecto, el que no olvidará nunca?

El último amanecer que vi en Madrid fue unas semanas antes de irme de allí. De largarme, porque lo hice de mala manera, como quien deja al novio por WhatsApp. Recorrí mi ex barrio, Malasaña, con las primeras luces pero sin chavales amaneciendo en el Dos de Mayo con una lata en la mano porque ya estábamos de pandemia. Alguien le había colocado a Velarde y a Daoiz una litrona de Chipys a modo de arma y aquello me molestó un montón, casi vi en ello una razón para marcharme o una justificación porque sabía que iba a hacerlo. Madrid es como un espejo: te devuelve lo que eres en cada momento.

Plaza Dos de Mayo
Plaza Dos de Mayo

5. ¿Una alcoba en el centro, o un palacio en las afueras?

Sin duda, un palacio en las afueras. Aunque dudo que, tal como está la cosa, alguien pueda siquiera alquilar algo a las afueras que no sea una alcoba. Y también dudo que haya tanta gente que quiera compartir piso —practicar el coliving llaman ahora a ser pobre— como la que hay haciéndolo.

6. Desmiéntame un tópico sobre Madrid o los madrileños.

Que están demasiado orgullosos de ser madrileños y desprecian al resto. Yo creo que es justo al contrario: ni siquiera saben definir qué es ser madrileño. Su identidad se basa, en buena parte, en la ausencia de identidad.

7. Ahora, confírmeme otro.

Que no son objetivos con las distancias: para ellos, todo está cerca andando. Una creencia que empieza a asentarse en cualquiera a las pocas semanas de empezar a vivir en Madrid, por otra parte.

8. ¿Cuál es el mejor momento del año para degustar Madrid?

El otoño, que es cuando verdaderamente empieza, cuando los huidos vuelven y arranca la normalidad, que nunca llega a ser tal en Madrid.

9. ¿En qué rincón de la ciudad se cita con la nostalgia?

En el Ateneo, donde parece que no pasa el tiempo. O en el Barrio de las Letras cuando no hay guiris y puedes imaginarte paseando y voceando arengas carlistas a Valle Inclán.

10. ¿Para qué sirve una olimpiada?

Para que en Aranjuez nos den la sede de piragüismo y para convertir la ciudad —aún más— en un parque temático, como le ocurrió a Barcelona.

11. ¿Qué le enamora más… de Barcelona?

Lo cerca que está de la Costa Brava. Me enternece, también, aunque me da pena a veces, que se sienta más cerca de Berlín o Amsterdam que del poblachón provinciano que es. Creo que Madrid tiene mucho más asumido eso, su naturaleza de pueblo manchego grande, y por eso Madrid es menos de plástico y la gente se siente menos especial en un tiempo en el que no tanto ser sino sentirse normal es casi una rara avis y un valor digno de admirar.

12. ¿Quién es Madrid hecho carne?

El fotógrafo Davit Ruiz, sin duda. Es la persona que más me ha enseñado sobre la ciudad, de historias de barrio a bares genuinos.

13. ¿De qué piezas consta su día diez en Madrid?

De visitar el comedor de la Casa de La Mancha y después un cafelito en la terraza de la Casa de Granada. De ver a la gente que quiero y que se quedó allí.

Comedor del restaurante de la Casa de Castilla-La Mancha
Comedor del restaurante de la Casa de Castilla La Mancha

14. ¿Cuál es el himno no oficial de Madrid?

[Después de pensarla, opta por dejarla en blanco. «No soy muy musiquera, lo siento»].

15. ¿Qué vista de Madrid le hace olvidar el mar?

No me gusta mucho el mar y me encanta mirar la ciudad desde casa de mi prima Marta, que está en los edificios colmena de Ventas.

16. ¿Callos o sushi? Y, ya que estamos, ¿Lucio o DiverXo?

Ni he probado los callos ni el sushi —solo el de verduras—, ni he ido a Lucio ni a DiverXo, así que te diré que la tortilla del Pez Tortilla.

17. ¿Cuál es su rasgo más inequívoco de madrileñismo?

Ser —y saberme— una persona normal, un peatón del GTA.

18. ¿A quién le alfombraría de claveles la Gran Vía?

A mi amiga Sara, con sus gafas de Sol y sus vestidos de flores, que estaría echándose una cervecita en una terraza mientras yo me dedico a alfombrar el asfalto.

19. ¿Hay vida más allá de la M-30?

Yo creía que no. Ahora, sin embargo, pienso que la vida es precisamente lo que empieza cuando acaba la M-30.

20. ¿Cuál es el secreto mejor guardado de su Madrid?

Que las calles de detrás de Plaza España parecen un decorado a medio recoger.

21. ¿Y su último descubrimiento en la capital?

Mi vecino Nico, que tiene cinco años, del que me hice amiga durante el confinamiento. Se salía a la corrala a jugar con Samuel, con el que ya me llevaba muy bien. Dice que su animal favorito es la piraña. La librería Antonio Machado, en la calle Fernando VI, donde lo tienen todo, todito, todo.

Librería Antonio Machado Madrid
Librería Antonio Machado

22. ¿Qué vez se dejó el corazón en Madrid, como Chavela?

Cuando me fui, en septiembre, aunque fuera dando un portazo y hartita. En seguida se me pasó y me di cuenta de que Madrid no tenía la culpa de todos mis males, de la misma manera que cuando llegué, con 24, no tenía todas las respuestas que buscaba, y por eso me acabé marchando. Pero una parte de mí, claro, se quedó allí, y me encanta volver y saludarla.

23. Lugar de Madrid en que ha sido más feliz

En casa de mi amiga Sara, al lado de las Vistillas. Durante muchísimos años fue nuestro refugio. También en el Mavi, un bar con la barra de chapa pero de los de verdad, en el Paseo de Santa María de la Cabeza, 34. Era donde me juntaba con mis amigas muchos viernes. Quedábamos a comer y volvíamos a casa de noche.

24. Mejor lugar para aprender algo de un hijo

No lo sé porque no tengo hijos aún. Pero aprendí mucho de mi hermano, que es lo más parecido a un hijo que conozco hasta ahora porque le saco diez años, en los pasillos del Museo del Prado. La primera vez que lo llevamos, de niño quiso tocar las Meninas. Ahora es historiador del arte.

25. Si se pierde, ¿dónde la encontramos?

Seguramente en Aranjuez, que también, ojo, es Madrid.